El último Robinson

02 mayo 2021 15:12 | Actualizado a 02 mayo 2021 15:37
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¿Quién no ha soñado alguna vez con dejarlo todo e irse a vivir a una paradisiaca isla desierta? Es lo que hizo hace 32 años Mauro Morandi, un exprofesor de educación física de Módena que, «cansado de muchas de las cosas de nuestra sociedad: el consumismo y la situación política en Italia», decidió mudarse a una isla en la Polinesia, lejos de toda civilización. Junto a unos amigos que compartían sus ideas, compraron un viejo catamarán y lo remodelaron, pero, como no tenían dinero para emprender el camino hasta Polinesia, se dirigieron al archipiélago de La Maddalena. Pero al pasar por la isla de Budelli –un paraíso donde está ubicada la playa Rosa, uno de los arenales más hermosos del Mediterráneo–, decidieron parar para visitarla y allí conocieron al guardián de la misma, que en dos días se iba a jubilar. Morandi no lo dudó y le relevó. Y allí ha vivido desde entonces, en soledad, como un auténtico Robinson Crusoe. Ahora, con 82 años, empiezan a pesarle la edad, la diabetes y el frío del invierno, y abandonará su isla. Aunque no lo hace por gusto, sino porque ya no aguanta las presiones del propietario de la isla, que le ha ‘invitado’ a irse porque tiene que hacer obras en la cabaña donde reside, una antigua sede de una radio de la Segunda Guerra Mundial. «Llevo desde hace demasiado tiempo luchando contra quienes me quieren echar. Ya me he cansado y me voy», dice, entre el enfado y la resignación. Aunque su estilo de vida no cambiará mucho; seguirá cuidando de la naturaleza en la vecina isla de La Maddalena, donde ha alquilado una casa y donde seguirá viendo el mar. ¿Se puede pedir más?

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