La Europa endurecida

De nuevo la coincidencia de varias tragedias en el mar de Libia nos ha hecho asomar la cabeza por encima de nuestros muros

19 mayo 2017 23:01 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:24
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De nuevo la coincidencia de varias tragedias en el mar de Libia nos ha hecho asomar la cabeza por encima de nuestros muros. Alguien ha pronunciado la palabra ‘vergüenza’. Como casi siempre, con la boca pequeña. Para la foto. Cada vez nos cuesta más asomarnos a ese muro. Los dramas han de ser más grandes, más duros y desesperados para que nos sacudan. Si no hablamos de centenares de ahogados en un solo naufragio, no levantamos ni una ceja. Si no hay niños que viajan solos en esos vagones flotantes, ni media. Como un murmullo molesto, que nos distrae un momento de lo nuestro, levantamos la mirada, comprobamos con alivio que ese mar está ahí fuera y que los diques aguantan, y volvemos a lo nuestro. Que suele ser banal, frívolo y vergonzante.

De vez en cuando, una pequeña disonancia en la desesperación y el pánico que ronda nuestra fortaleza alza una mano en un brutal gesto de odio y violencia, que nos sorprende y condenamos. Sobre todo si perturba el orden y la calma de nuestro jardín, si nos obliga a aplicar la regla del kilómetro sentimental, en el que uno de ‘los nuestros’ siempre vale mucho más que diez mil de ‘los otros’.

Nos hemos endurecido. Buscar culpables es absurdo. Recuerdo el día en que estalló la guerra en Yugoslavia. Militares disparando contra manifestantes. Contra personas como nosotros. Esa empatía absoluta. Ese escalofrío. La movilización ciudadana en toda Europa. La solidaridad. ¿Recuerda alguien cuándo estalló la guerra en Ucrania? Una sombra informe. Un engorro. Se ve que el Shakhtar Donetsk no puede jugar en su estadio porque hay una guerra civil, o así. Volvamos al WhatsApp. Una de caquitas sonrientes.

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