La Unión Europea se la juega

17 julio 2020 10:40 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:57
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Parece que nos hemos equivocado quienes pensábamos de buena fe que Europa ya no era la misma que la de 2008, que había recapacitado y comprendido que la disciplina con que inevitablemente debe gestionarse un ente confederal que se ha dotado de una moneda única no podía convertirse en el abuso de las políticas de austeridad que incrementaran irrazonablemente las tasas de pobreza, destruyesen a las clases medias y generaran un rechazo imaginable en la ciudadanía hacia cuanto es y significa Bruselas. Lo cierto es que en la UE hay un movimiento general de comprensión a raíz del drama del coronavirus, que, al margen de las políticas expansivas del BCE, se ha plasmado en un proyecto francoalemán que consiste en destinar a la reconstrucción 750.000 millones de euros, 500.000 de los cuales serían subvenciones sin retorno y el resto créditos a bajo interés. El plan no tiene precedentes, y esos 500.000 millones se obtendrían de los recursos presupuestarios de la UE. Tales subvenciones no tendrían otra condicionalidad que su destino a los fines predestinados y, lógicamente, la aceptación de las reglas básicas de los Tratados. Pero este plan cuenta con la oposición de los países ‘frugales’ encabezados por Países Bajos (los otros son Suecia, Austria y Dinamarca). El asunto no es en absoluto banal porque de cómo se proporcionen tales ayudas, dependerá la posición de España (y de Italia) tras la pandemia. España ha acumulado una deuda externa de más del 95% del PIB y si se le conceden préstamos para la reconstrucción, se disparará a cantidades inmanejables que lastrarán nuestro futuro. Además, lo sucedido en nuestros países es una desgracia natural, por lo que es lícito solicitar la solidaridad de las instituciones comunes, como se hubiera tratado de un terremoto o de un naufragio. La UE no está todavía completamente consolidada y si la sociedad europea no percibe de una vez que la pertenencia a la Unión tiene sentido porque nos proporciona ventajas objetivas y economías de escala productivas, el euroescepticismo puede terminar haciendo estragos.

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