La nueva revolución a la francesa

Sin líderes. La inmensa mayoría de los ‘chalecos amarillos’ jamás han participado en una manifestación si excluimos el funeral faraónico de Johnny Halliday, el Dios de los ‘sans culotte’ en París hace un año

02 enero 2019 10:44 | Actualizado a 06 febrero 2019 17:52
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«Baise ta vieille, pas les vieux», así rezan los cartones cortados a mano y escritos con la caligrafía oficial del sistema de educación nacional francés, que exhiben miles de manifestantes en las carreteras y autopistas francesas. Explícitamente «jode a tu vieja (en referencia a Brigitte Macron) no a los viejos».

Todos llevan un chaleco amarillo y todos están en cólera, rabiosos, cabreados. La inmensa mayoría jamás han participado en una manifestación si excluimos el funeral faraónico de Johnny Halliday en París hace un año. Johnny es el Dios de los sans couloutte del siglo XXI, las personas que habitan la periferia de todo, entre lo rural  y lo urbano. En tierra de nadie, nadie les escucha.

Por ello, armados de color amarillo -¿qué otro color sino?- llevan semanas cortando carreteras y autopistas, bloqueando refinerías, armados con termos de café de calcetín y brioches industriales fabricados con aceite de palma y azúcar refinado. 

Francia -olviden París- es un país vacío, un desierto que se atraviesa no de oasis en oasis sino de centro comercial en centro comercial. Un mapa que se dibuja a base de los logos de Carrefour, Intermarché, Decathlon, Leclerc, Auchan y de los restaurantes de comida basura.

Reagrupados en un área concreta, conforman un universo en sí mismos. Un laberinto del que apenas se consigue salir. El consumo por el consumo, el aburrimiento y la desazón. 

El centro comercial como eje de una vida. Y a su alrededor…nada. Campos de colza, campos de trigo, campos de cultivo de productos para el consumo animal. Campos. Cultivos transgénicos y uso de pesticidas. Miles de kilómetros de nada. 

Un desierto en el que el uso del coche no es una opción. De ahí que la decisión de aumentar la tasa sobre el carburante provocara el «ras-el-bol», el Basta Ya! a la francesa. 

Las tasas sobre el carburante, la pérdida del poder adquisitivo, el cierre de las líneas férreas que unían antes la periferia entre sí, la falta de hospitales, el cierre de escuelas. Quieren que todo cambie, que todo vuelva a ser como antes, cuando soñar era posible. Miles de franceses sin glamour, franceses extraños a los tópicos que viven en el nihilismo, en el desierto de un país vacío. 

Sin líderes, sin ideología más allá de la cólera y la rabia, la decepción y la frustración, miles de personas se han plantado. Quizás sea un fenómeno muy francés, donde, no hay que olvidar, la huelga es el deporte nacional preferido, pero de momento ya han doblegado a todo un presidente de la República francesa.
 

Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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