La responsabilidad frente al virus

La lucha eficaz contra el virus no puede recaer solo en los ciudadanos; las autonomías deben hacer también su trabajo

09 julio 2020 10:40 | Actualizado a 09 julio 2020 10:43
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El fin de la alarma, la liberalización de la movilidad y la apertura de las fronteras están provocando docenas de focos activos de coronavirus; en varios de ellos se ha detectado «transmisión comunitaria», es decir, que se ha desbordado el conjunto de las cadenas de contagio identificables y aparecen casos sin control. En Lleida, por ejemplo, esta es la situación. Frente a esta evolución, que ha sido calificada de preocupante por Fernando Simón y por los responsables epidemiológicos de las distintas regiones, las autonomías extienden la tesis de que con el final del desconfinamiento la responsabilidad de la lucha contra la pandemia recae en los ciudadanos. En definitiva, que la transmisión del virus se extinguirá –se da a entender– si los individuos cumplen lo prescrito: utilizan correcta y constantemente la mascarilla, se lavan frecuentemente las manos y mantienen las distancias de seguridad. Efectivamente, los ciudadanos tienen su importante cuota de responsabilidad y deben cumplir las medidas recomendadas para evitar la transmisión del virus en la medida de lo posible. Pero es obligado decir que las cosas no son tan sencillas como las dibujan las autonomías: la lucha eficaz contra el virus en países como Alemania, Corea del Sur o Islandia, por poner algunos ejemplos, no se ha debido solo a la responsabilidad de los ciudadanos: el virus sigue siendo una responsabilidad colectiva, como dice con insistencia la Organización Mundial de la Salud, que continúa recomendando una intensa labor sanitaria pública, que incluye la detección precoz de los contagios, el seguimiento de los contactos, el aislamiento de los casos positivos y la cuarentena de los posibles casos secundarios. Esta estrategia requiere redes de rastreadores dependientes de la asistencia primaria, de manera que no haya modo de perder el rastro de una cadena de contagio. Y las preguntas son retóricas: ¿han potenciado realmente las comunidades autónomas el sistema de asistencia primaria? ¿Han contratado y formado suficientes rastreadores decentemente pagados?

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