Los resultados de las elecciones de ayer, ganadas por el PSC, podrían significar, paradójicamente, el final de Ballesteros como alcalde de Tarragona. Y es que su pírrica victoria, unida al paso de gigante dado por Esquerra y al hundimiento de su socio en la ya pasada legislatura, el PP, hacen muy complicado que el líder socialista conserve la vara de mando. De hecho, una cosa así tendría que pasar inexorablemente por un pacto con la ERC de Pau Ricomà.
Fue la alianza por la que apostó hace unos días el jefe de los socialistas de Tarragona, Santiago Castellá, aunque no será un parto sencillo. De hecho, y aunque está demostrado que la política hace muy extraños compañeros de cama, no parece a priori muy factible que Ballesteros y Ricomà, con grandes y públicas diferencias personales, puedan entenderse con facilidad.
Un Saló de Plens de Tarragona con 13 caras nuevas
Tarragona vota cambio. En una noche de infarto, las formaciones soberanistas lograron ayer una histórica victoria en la ciudad que provoca que, por primera vez desde la recuperación de la democracia, un alcalde que opta a la reelección pueda no seguir en el cargo en la Plaça de la Font.
De Ciudadanos y del PP, muy poco que decir, pues ambos partidos han perdido cualquier trascendencia y resultan totalmente irrelevantesClaro que tampoco lo tendrá fácil una alternativa que decida no contar con los socialistas. Para ello Ricomà debería reunir los apoyos de Junts per Tarragona, la CUP y En Comú Podem, un popurrí de siglas e ideologías a las que, más allá del posible deseo de un cambio que pase por sacar a Ballesteros de la alcaldía, pocas cosas unen. Porque poner de acuerdo a Esquerra, Nadal, Laia Estrada y los comunes se antoja una tarea tan complicada como acabar con los excrementos de perro en las calles de Tarragona. O más, si me apuran.
Se trata, qué duda cabe, de dos escenarios tremendamente complejos a los que no será sencillo llegar ni, en el caso de que se llegue, mantener. Y, sin embargo, habrá que optar por alguno de ellos para que la ciudad sea mínimamente gobernable. Porque eso de ver a una fuerza gobernar en solitario con apoyos puntuales de las otras según los temas a tratar es pura ciencia ficción.
Habrá que fiarlo todo a esa capacidad que tienen los políticos locales para entenderse aun estando en las antípodas recurriendo al tan viejo como manido argumento de que es más fácil encontrar puntos de unión en temas de ciudad. O eso, o la nada.
Y de Ciudadanos y del PP, muy poco que decir, pues ambos partidos han perdido cualquier trascendencia y resultan totalmente irrelevantes. Los naranjas mantienen sus cuatro concejales, mientras los populares caen a la mitad y continúan esa cuesta abajo sin frenos en la que entraron desde las autonómicas. Sea cual sea el pacto, ellos serán meros espectadores.