La yihad de Nador

Tenemos un problema serio a las puertas, en un flanco que no es fácil de defender

19 mayo 2017 19:28 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:13
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Es una suerte que en este país sin gobierno ya desde hace casi cinco meses, más lo que nos queda, haya asuntos sensibles que no les están encomendados a los responsables políticos, sino que se hallan en manos de profesionales. Uno de estos asuntos es la lucha contra el terrorismo yihadista, un frente casi desprotegido hace sólo década y media (de ahí, entre otras cosas, el 11-M), pero al que en los últimos años se vienen dedicando abundantes recursos cada vez más cualificados, tanto por parte del CNI como por la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Viene a cuento la reflexión tras el desmantelamiento en la localidad de Nador, en el nordeste de Marruecos, de una célula del Estado Islámico que entre otros planes macabros, como la decapitación de universitarios izquierdistas de la vecina ciudad de Zeluán, tenía en proyecto atentar contra objetivos de Melilla como el aeropuerto, el ferry que la enlaza con la Península o los puestos fronterizos de Beni Enzar y Farjana. Es Nador una ciudad trazada y desarrollada por ingenieros militares españoles en la época del Protectorado, en los años 20 del pasado siglo. Capital de provincia, en las últimas décadas ha experimentado un importante aumento demográfico. Paralelamente se ha producido entre la población de esta zona, una de las más desfavorecidas de Marruecos, un intenso auge del integrismo, que explica la existencia de células como la ahora desarticulada.

El caso es que Nador está al lado de Melilla, y miles de sus habitantes entran y salen cada día de la Ciudad Autónoma, que tiene en el comercio ‘informal’ con la región marroquí limítrofe su principal fuente de ingresos. Si gana arraigo en Nador, y a la vez consolida su presencia en Melilla, el Daesh tendrá a tiro un apetecible objetivo de la Unión Europea, que a la vez lo es de uno de los países que ha enviado soldados a participar, aunque sólo sea en calidad de instructores, en la lucha contra el califato en territorio iraquí. Por no mencionar que se trata, además, del estado heredero del que en su día desalojó a los musulmanes de la siempre añorada y a menudo reivindicada Al Andalus.

Esto quiere decir que tenemos un problema serio a las puertas, en un flanco que no es fácil de defender, y ante un enemigo cada vez más motivado: los reveses militares en Oriente Medio empujan a los yihadistas a apuntarse como sea victorias propagandísticas en Occidente, lo que representa un estímulo adicional para perpetrar otra de sus siniestras hazañas.

En esta tesitura hemos de confiar en los miles de profesionales de los servicios de información y los cuerpos de seguridad del Estado que están pendientes de la amenaza. Por fortuna, su dedicación no necesita el impulso de ningún gobierno, porque la tarea a la que se enfrentan, como otras, no da tregua.

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