Los escándalos del Elíseo: lo único excepcional en Alexandre Benalla es su juventud

Si en Francia existe una tradición, es la de guardar los secretos del Elíseo bajo llave. Desde Georges Pompidou hasta Macron, la doble vida del presidente ha impuesto un círculo íntimo casi secreto en el Elíseo

27 julio 2018 12:41 | Actualizado a 27 julio 2018 12:52
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París, 1 de mayo de 2018, la manifestación tradicional acaba por transformarse en guerrilla urbana. En medio del desbarajuste un hombre, joven y con barba, equipado con el casco de la policía antidisturbios se lanza a inmovilizar a un manifestante usando métodos propios de un guardia de seguridad de discoteca.

El vídeo aterriza en Twitter. El escándalo está servido. El problema es que el barbudo en cuestión es el encargado de la seguridad del matrimonio Macron, ocupa un puesto sensible y extraño dentro de la jerarquía del poder del Elíseo, tiene 26 años, carece de formación, no pertenece a ningún cuerpo de seguridad y se llama Alexandre Benalla.

Si en Francia existe una tradición, no es otra que la de saber guardar los secretos del Elíseo bajo llave. El país de las Luces concentra su oscuridad en las vidas privadas de sus monarcas. Todo parecido entre la vida pública y la vida privada de un presidente de la 5ª República es pura coincidencia. Alexandre Benalla no es un accidente. Es la continuidad de la tradición palaciega.

El poder dentro del poder. El valido que, gracias a su proximidad, su intimidad con el monarca, se transforma en el hombre influyente, al que hay que hablar, al que hay que pedir, al que hay de gratificar. Si este hombre decide ir de excursión a una manifestación con guerrilla urbana incluida, nadie va a impedírselo. Es todopoderoso porque es el preferido del poder absoluto.

Desde Georges Pompidou hasta Emmanuel Macron, la doble vida del Presidente o de su familia ha impuesto este tipo de círculo íntimo casi secreto en el Elíseo. Proteger a los presidentes de sí mismos, al poder del hombre, al Estado de las vidas sexuales escabrosas de los inquilinos de la púrpura y del armiño.  

Giscard d’Estaing tuvo una cohorte de amantes, entre otras la actriz Marlene Jobert, madre de la actriz Eva Green. Con ella tuvo un accidente contra un camión de leche que se tuvo que esconder. Como se debían proteger sus cacerías en África.

François Miterrand, el Presidente de la doble vida, con su doble familia, con Mazarine en la portada de Paris Match (la revista tenía una célula especial que durante años seguía el Presidente para conseguir la famosa foto). Miterrand, que tuvo más hijos ilegítimos, por ejemplo con una periodista sueca, que usa abiertamente su nombre. Miterrand, que esconde su enfermedad. Miterrand, que esconde su pasado. Miterrand, que hace de esconder un arte en toda regla.

Jacques Chirac, hombre veloz en su sexualidad, conocido como «cinco minutos ducha incluida» . Amante de Claudia Cardinale, entre muchísimas otras. La noche de la muerte de Lady Di los servicios de seguridad tardan horas en localizarlo. Su mujer, Bernadette, declaró hace poco que «las mujeres alrededor de mi marido desfilaban una tras otra». 

Nicolas Sarkozy le da una vuelta de tuerca; la persona a proteger es su mujer Cecilia Albéniz, que mantiene una relación con el millonario Richard Attias. La famosa foto en Paris Match de Cecilia y su amante buscando apartamento en París cuando ella es aún Primera Dama causa un escándalo sin precedentes. La dirección de Match es despedida fulminantemente. 

François Hollande y sus mujeres daría para un artículo entero. Su famosa historia de motorista despistado y policías con una bandeja de croissants en la puerta del apartamento de la actriz Julie Gayet mientras Valerie Trierweiler es aún su compañera sella el final de su carrera.  
Alexandre Banalla no es un accidente, ni una novedad.

Es el poder en estado puro. El poder ciego que elige no al mejor preparado, sino al más próximo al rey. El favorito, el personaje picaresco, que llegado de ninguna parte, o de una barriada de Normandía, que es lo mismo, penetra en los salones, pisa las alfombras, usa la porcelana y a los 26 años se cree un genio. 

En la Macronia, ser joven, venir de ninguna parte, arrogante, pretencioso y voraz parecen ser las cualidades que se precisan para llegar lejos. Si el Presidente de Francia tiene 39 años, su seguridad está en las manos de un chaval de 26. Lo único excepcional de toda esta historia no son las dobles vidas, las amantes, los hijos ilegítimos, las dudas sobre la sexualidad, las cacerías, los diamantes de sangre o los negocios con regímenes dictatoriales.

Aquí lo único excepcional es la juventud, que con su tradicional arrogancia pretende saber mejor y saberlo antes. Cree poder usar el poder con mayor eficacia, y acaba siendo víctima de su propia fulgurancia. Como Ícaro, acaba quemándose por querer acercarse demasiado al Rey Sol. Me pregunto si el caso Benalla acabará por ser un primer episodio del caso Macron. Al tiempo. 

 

Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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