Al fin llegó una noticia muy esperada: el Papa declaró mártir al arzobispo Romero, y su beatificación será pronto. Al saberse, repicaron las campanas de todas las iglesias, como habían sonado las de la Catedral de El Salvador aquel 24 de marzo de 1980, durante la cual Oscar Arnulfo Romero fue asesinado por militares de ultraderecha.
El proceso de beatificación estuvo bloqueado «por prudencia» 34 años por las opiniones que situaban su muerte en el contexto de una guerra civil que se llevó por delante 75.000 vidas. Francisco ha acabado con esta interpretación al declarar que fue asesinado por odio a la fe.
Cuando Juan Pablo II fue al país, en 1983, quiso visitar la tumba del arzobispo Romero, para disgusto del gobierno, que puso todas las trabas.
El Papa se plantó ante la Catedral y esperó 20 minutos hasta que trajeron las llaves. Frente a la tumba dijo en voz alta «¡Romero es nuestro!».