No remoje sus pies en mis aguas. Se complica esconder algún amor en las playas

La nueva insolidaridad. Pasada la crisis, el ser humano vuelve a guerrear por un metro de arena en la playa o unas horas de baño en la piscina. Y los forasteros, rigurosamente vigilados

24 junio 2020 10:00 | Actualizado a 24 junio 2020 10:07
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Buenos días. ¿La verbena, bien? ¿Los petardos correctos y sin daños personales que lamentar? ¿La hoguera popular que todo lo purifica no ha quemado inmuebles ni bosques? ¿La coca sobrante de ayer sin salmonella y lista para desayunarla hoy? ¿El baño nocturno en la playa para atraer la buena suerte no ha sido interrumpido por las fuerzas del orden, socorristas o vigilantes? ¿Se ha remojado a gusto en la piscina privada o comunitaria y no se lo han complicado vecinos envidiosos y resentidos? ¿Ha gozado de una de las noches más mágicas de cada año en ciudades, playas y ríos antes llenos de luces, colores y calores? Si es así, más salud, suerte, dinero y amor.

Y si no, también, que una vez perdidas, controladas o prohibidas tantas fantasías húmedas, siempre quedan aquellos recuerdos, deseos y ritos populares nada científicos pero buenos, bonitos y gratuitos. Como cascar un huevo, poner la clara en un vaso de un dormitorio desde donde se vea la luna y pedir un deseo. Una vez incumplido, se entierra el huevo podrido en una maceta o en el jardín y hasta el año que viene, si los dioses y los virus lo permiten. En caso de no tener bastante con un deseo, se piden tres por el mismo precio, que hay mucha crisis y ya no se está para gastos superfluos. Esto requiere una vela, incienso, cerilla de madera, tres papeles en blanco y escribir algo en cada uno. Se salta tres veces sobre la vela, si el caminador, la silla de ruedas o las prótesis lo permiten, y lo que queda se tira al mar, al río o al retrete. Si lo que se ambiciona es más prosperidad para los deudos, se escriben en un papel los nombres de a quienes se quiere testar, se introduce la lista en otro huevo, se cubre con cera, se lanza a una hoguera, se dejan encendidas una vela rosa y una blanca y cuando se consuman se arroja todo al vertedero o a la acequia.

Siempre positivas, algunas costumbres de San Juan sirven para ahuyentar problemas

Otras tradiciones y buenas intenciones de hoy consisten en alejar todo lo malo de cada persona. Se precisa para ello ser consciente de la propia maldad y una vela negra de cera natural. Se le prende fuego boca abajo con los datos del DNI, se pide que todo mal se vaya por donde vino y se tira lo que queda a una corriente de agua que, como no se ha de beber, se puede contaminar y dejarla correr. En caso de que no se haya cobrado el ERE, la pensión, la paga doble o el seguro de algo, favorece poner en un bolsa de tela un cascabel, los últimos billetes, monedas y un imán aunque sea de nevera. Cosida la bolsa con hilo blanco, se deja en algún cajón de la casa si aún no ha sido desahuciada, ocupada o expropiada. Lejos del móvil y tarjetas de crédito, que el imán (el de la nevera, no el de la mezquita vecina), lo inutiliza todo y ya nada vale para nada a la hora de no poder pagar nada.

Siempre positivas, algunas costumbres de San Juan sirven para ahuyentar problemas. Se viste de blanco, se quema incienso de cedro y otras hierbas aromáticas en un cuenco de barro y se recorre cada rincón de la casa como las agujas del reloj. Así se alejan, cuentan brujas seductoras, las influencias negativas. Si lo que se intenta es atraer un amor, conviene encender dos velas rojas en la estancia más íntima, escribir en un papel el nombre de la persona deseada y ocultarlo bajo la almohada junto a la cera fría de las velas ya extinguidas. De todos modos, el rito más común es el de saltar la hoguera, aunque a esta hora ya es algo tarde, salvo que se olviden los estrictos horarios de aquellas fases de vidas confinadas. Hay que botar entre siete y diez veces, según la tradición de cada comarca o área sanitaria.

El rito más común es el de saltar la hoguera, aunque a esta hora ya es algo tarde

Lo más importante de hoy es remojarse. Aunque sólo sea la cara en casa sin mirarse en el espejo para no ver los estragos de tantas verbenas superadas. No sea que la nueva sociedad insolidaria les eche malamente de una playa milimetrada o de una piscina comunitaria. No hay que iniciar el verano como el rosario de la aurora, que dicen los aguafiestas que el otoño será peor. Ahora, a vivir y a luchar por un metro de arena y un horario de piscina. Y matar la espera con el juego de la oca, donde cada cual cae en la casilla de la muerte cuando le toca. Todos bien bañados y desinfectados, eso sí. Pero no en nuestra piscina ni cerca de nuestra sombrilla.

* Periodista. Con raíces familiares en la Terra Alta, Joaquim Roglan fue corresponsal en Ràdio Reus y cofundador de Informes-Ebre. Profesor universitario, ha trabajado en los principales medios de comunicación de Cataluña y ha escrito veinte libros. Vive retirado en L’Empordanet.

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