Reloj, detén tu camino, que se va el Sol. Tarragona gana más patrimonio solar

Una historia no digital. Un libro recupera las historias y leyendas de los relojes de sol tarraconenses, mientras el Reino Unido retira los analógicos de agujas de sus aulas

28 agosto 2019 08:54 | Actualizado a 28 agosto 2019 09:15
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La Diputació de Tarragona ha publicado un libro titulado Rellotges de sol a la demarcació de Tarragona. Es un muy interesante y hermoso catálogo fotografiado de los 350 relojes de sol que se conservan y lucen en  las tierras tarraconenses. Clasificados por comarcas y municipios, se cuenta su historia, los diversos estilos, los materiales, el funcionamiento y las anécdotas y leyendas  más curiosas. Como que uno de los más grandes y sofisticados de Catalunya está en la calle del Portal de Porrera, en el Priorat, data de 1858, lo hizo Jaime Assens Simó, y marca las horas y hasta los signos del zodíaco. 

La comarca del Baix Penedès bate el récord con más de cien ejemplares. Y Montmell tiene una gran variedad de los más antiguos, como el de Cal Soldat, construido el 1778. Los de otros municipios, como Calafell o Cunit, son más modernos y alguno nació a finales del siglo pasado. 

Adentrarse en el mundo de los relojes de sol es un delicado paseo por la vida, la muerte y el paso del tiempo. No en vano, sus frases más clásicas  y repetidas en latín recuerdan: Tempus fugit y Carpe diem. O aquella griega del Oráculo de Delfos que presidía el reloj que tenia delante Pio Baroja cuando escribía y le advertía: «Todas las horas hieren. La última mata». Como la gran mayoría de personas no tienen prisa alguna para llegar a su hora final, los ingenios y máquinas para marcar el paso del tiempo  forman parte intrínseca de la evolución de la humanidad.

Relojes de sol, de bolsillo, de pulsera, de pared, de lujo, de agujas, de campanas, de cuco, de cuerda, de péndulo, de pilas, analógicos o digitales son omnipresentes en la vida cotidiana. Y algunos han sido elevados a categoría de mitos. Como el Big Ben de Londres, por ejemplo, aunque ahora el Reino Unido ha decidido retirar de las aulas los clásicos relojes analógicos de agujas y sustituirlos por digitales porque la gente joven ya no los mira ni entiende porqué dispone de horas y milésimas de segundo más que exactísimas en sus dispositivos móviles. 

La autora del libro es Mireia Mercadé, persona de gran ciencia y paciencia que ha dedicado muchas horas al estudio de unos relojes de sol que forman parte del patrimonio cultural, histórico y tradicional del imaginario colectivo tarraconense. Su labor se suma a la que lleva a cabo desde 1988 la Societat Catalana de Gnomònica, que estudia y divulga la ingente variedad de relojes de sol que hay en Catalunya. Científicos pero sentimentales, sostienen sus asociados que los relojes de sol sobreviven marcando las mismas horas que vieron nuestros antepasados, se resisten a la exactitud digital y recuerdan el enraizamiento a la tierra y el inmutable girar del mundo. Tenaz, lógico y elemental, el reloj de sol no funciona de noche porque es aconsejable dormir y desconectar. De igual modo, es impreciso y dudoso como la vida cuando hay nubes y claros.

La obcecación humana por el tiempo se refleja desde los primeros relojes de sol egipcios, hasta los que se pueden fabricar en casa mediante las fáciles instrucciones que hay en Internet. Conscientes hoy en día de la teoría de la relatividad del tiempo, aquellos rudimentarios inventos aportan mucho pensamiento y mucha filosofía, cosa que no hacen los fríos relojes digitales. Para comprobarlo, basta con leer algunas de las frases halladas en los de Tarragona. «El temps passa envellim, fem via al cel Sant Llorencins». «Musol si mires». «Gloriós Isidre guarder-nos». «Si hi ha prou llum solar, veuràs l’hora a L’Ametlla de Mar».

Más universales que locales son los que anuncian en latín: «Lentas son las horas tristes, rápidas las felices». «El día huye como una sombra». «El tiempo es irrecuperable». «Se acerca la hora». «La última está escondida». «Una parte para el reposo, otra para el trabajo». «Entre amigos, la hora pasa sin sentir». «El tiempo se lo lleva todo, incluso la memoria». «Aún hay tiempo». Movidos por el sol, relativizan los tiempos y los hechos cuando los relojeros de Barcelona protestan porque policías y periodistas llaman «relojeros» a los ladrones de relojes. Como consuelo, y bajo el penúltimo sol de cada verano, siempre quedará aquel bolero que inútilmente suplica: «Reloj, no marques las horas…».

Periodista. Con  raíces familiares en la Terra Alta, Joaquim Roglan fue corresponsal en Ràdio Reus y cofundador de Informes-Ebre. Profesor universitario, ha trabajado en los principales medios de comunicación de Cataluña y ha escrito veinte libros. Vive retirado en L’Empordanet.

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