Simplemente la arrogancia política

El pensamiento político tiende a deslizarse mucho hacia el pensamiento mágico

19 mayo 2017 22:24 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:35
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La arrogancia es una enfermedad del yo que nos hace creer que merecemos más privilegios que los demás. El arrogante se apropia de derechos que no tiene y de honores que no posee. Arrogancia, es cuando se carece del valor verdadero, cuando con orgullo y soberbia se cree superior, cuando la actitud se desprende de la rectitud y la responsabilidad se desentiende de la obligatoriedad. Por eso, a veces, la arrogancia deja de premiar a la responsabilidad y castiga el comportamiento no institucional. Porque cuando la política pierde relevancia el ciudadano pierde la confianza. Una política funcional requiere un nuevo “arreglo” entre la clase política, un arreglo que inspire confiabilidad, que demuestre grandeza ética, y que asuma la obligación de respetar no solo las formas, sino también el fondo de las leyes.

Cuando domina la arrogancia, el diagnóstico carece de objetividad, y por tanto las posibles soluciones resultan ser opciones limitadas, opciones acotadas, medianas a la comparación de lo que en verdad necesita nuestro país.

La arrogancia política desprestigia el consenso, asfixia el diálogo, construye escenarios sin intermediarios porque es precisamente la arrogancia la que obstruye la cooperación, elimina toda posibilidad de reflexión, nos hace cómplices de nuestras limitaciones, porque pensamos más en las justificaciones del no hacer que en las explicaciones de lo que se debe de hacer.

El poder es una dimensión que favorece la arrogancia. Los que llegan a él (veremos a partir de ahora) se creen con más derechos. Es una evidencia palmaria y se debe a una razón: todavía se confunde el poder con la usurpación y autoconcesión de derechos, todavía padecemos formas de poder medieval de tipo aristocrático que siempre han estado ahí, y que se han deslizado por encima y por debajo de todas las “ideologías sin ninguna excepción”

El pensamiento político tiende a deslizarse mucho hacia el pensamiento mágico, fantasioso, que es el pensamiento de los chamanes, los adivinos y los santeros…Una evidencia: en épocas electorales todos los políticos de dedican a “vomitar” profecías (pocas realidades y difíciles de realizar). Todas ellas llenas de arrogancia. No se trata de borrar el pasado con decretos, se debe de tratar de escribir el presente, con la sinceridad de las buenas decisiones, con la inteligencia de ubicar la palabra precisa en el momento justo, sin palabras que escondan la decadencia y presuman de arrogancia …

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