Un proyecto para la Ciutat de Repòs

Tarragona debe acuciar al Govern con un proyecto de consenso. De otro modo el futuro de este enclave será el olvido.

04 julio 2018 17:41 | Actualizado a 04 julio 2018 17:44
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En el catálogo de asuntos pendientes de Tarragona figura en un lugar preferente la Ciutat de Repòs i Vacances. El antiguo complejo vacacional que sirvió al franquismo para regalar estancias privilegiadas a los trabajadores afectos al régimen languidece de forma inexorable en un lugar privilegiado junto al mar, a la altura de la Platja Llarga. La Ciutat de Repòs fue traspasada en 1980 a la Generalitat, que al poco tiempo, apenas dos años después, la cerró con el argumento del elevado déficit anual que comportaba mantener el recinto abierto. Desde entonces un solitario vigilante no alcanza para evitar los actos vandálicos y mucho menos impedir el deterioro natural que sufre un recinto de estas características que permanece abandonado a su suerte. Ahora la Generalitat ha pedido al Ayuntamiento de Tarragona que amplíe los usos públicos previstos en el ordenamiento urbanístico para el enclave con el objetivo de ampliar al abanico de posibilidades de utilización. El último intento efectivo de la Generalitat para buscar una salida al complejo fracasó rotundamente. El Govern puso en alquiler los más de 86.000 metros cuadrados por un importe de 480.000 euros anuales en una concesión a 50 años. Quedó desierto. El principal problema que pesa sobre la Ciutat de Repòs es que no se sabe qué hacer con ella. No hay proyecto. No hay ni siquiera alguna fantasía que anime el debate sobre la utilización de un espacio de privilegio. El pragmatismo vecinal ha pedido que mientras no haya ninguna salida efectiva a la utilización del recinto, se abra para usos de aparcamiento de los bañistas de la Platja Llarga. Cualquier cosa será mejor que seguir llorando sobre los desperfectos que se acumulan a diario. Aunque la Ciutat de Repòs es competencia de la Generalitat, convendría que el Ayuntamiento de Tarragona tomara la iniciativa para acuciar una solución. Esta presión desde Tarragona debería surgir con el consenso previo de ciudad. De otro modo ya sabemos cómo acaban los proyectos que Tarragona reclama desde la división. En nada.

 

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