Urbanismo en la UVI

Ser ciudad de reposo de quienes trabajan en Barcelona podría ser favorable

19 mayo 2017 21:54 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:56
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¡Bienvenidos a un septiembre cálido, queridos lectores ! Bienvenidos al espectáculo de la vuelta vacacional donde los políticos dicen que inician el nuevo curso, como los escolares, en la asignatura de la gestión de la ciudad. Les prometo emociones, datos, hechos, reflexiones, ideas, críticas y cómo no, polémica en la más modesta y honesta opinión que me otorga aún la existencia de libertad de expresión. Pero para ir calentando motores, para ir poniéndonos el cinturón para las venideras curvas, me he propuesto hacerles ver que el urbanismo de Tarragona está en la UVI.

Tarragona es una ciudad abierta, y se supone libre, aunque compleja. Acertadamente o no, algunos la denominan caciquista. Lo cierto es que sea el que sea su estado metamórfico, hay que comandarla y llevarla a algún sitio, que hasta ahora, no ha ido a ninguno y su estado es francamente lamentable desde el punto de vista de coherencia urbanística.

¿Somos Ciudad? ¿Capitalizamos? ¿Aglutinamos? ¿Captamos? ¿Imantamos? ¿Polarizamos? La respuesta es no, pero podría ser un sí rotundo e imaginativo, alegre e ideológico de políticos con miles de ideas para conquistar los corazones de una ciudadanía atascada en una tristeza que parece irreversible.

Una ciudad libre y abierta lo es a las ideas que puedan otorgarles beneficios a corto, medio o largo plazo. En el caso de Tarragona, el despegue de esta ciudad depende de que pueda conseguir en los próximos 10 años entre 20.000 y 40.000 habitantes. ¿Y dirán ustedes? ¿Es posible? ¡Qué locura es esa!Pues sí. Es posible, aunque no nos lo digan los políticos. Es posible aunque todos los gestos son suficientes como para pensar que no saben cómo hacer que el POUM despegue y se empiecen a desarrollar aquellas áreas de crecimiento de la ciudad que más deben hacerlo y más lo merecen.

Con el debido respeto, refiriéndome a un POUM a todas luces malabarista, iluso y demasiado complejo, la primera ilusión, la semilla de la alegría de una ciudad es conseguir fijar unos índices de población de masa crítica suficiente. Aparte de esta teoría de nombre facilón, en palabras llanas ello significa conseguir más habitantes para una ciudad. ¿Y de dónde se sacan?, dirán ustedes. Pues de donde una ciudad puede perderlo. ¿Y qué ciudad?. Pues de Barcelona.

Crecer a costa de Barcelona

Es casi inmediato poder relacionar crecimiento poblacional con velocidad de acceso al sitio. Para acceder a Tarragona desde Barcelona se tarda demasiado y ningún político local ni nacional ha destinado esfuerzos en exigir que Tarragona tenga una conexión vital, arterial y esencial con Barcelona en menos de 40 minutos de centro a centro urbano Y a eso se le llama estrategia. Y eso es la esencia del buen político y para lo que la política se convierte en el arte de dialogar y conseguir resultados.

Para que Tarragona tenga la conexión necesaria con Barcelona por la línea de costa, a una velocidad moderna por debajo de los 40 minutos hay que saber sentarse a negociar con quien se deba, cuando se deba y donde se deba y esto es ya. Y para sacar a Tarragona de la UVI alguien debe comandar y ser capaz de prometer acciones políticas de calado y no promesas de feriantes o de paellas con vino para todos.

Ya hace años, más de 20, desde Tarragona se llegaba a la estación de Barcelona-Sants en 50 minutos con un tren rápido Talgo. En la actualidad, se supera la hora y cuarto con creces porque no ha habido ni un solo euro de inversión en la renovación de la calidad de las vías de la costa (Tarragona, Sant Vicenç, Garraf, Castelldefels). No cabe duda que la menor carestía de vida de Tarragona y su dimensión más humana respecto a la gran capital es un factor a favor. Barcelona, convertida en centro mundial de turismo de lujo, genera un coste de hábitat demasiado alto. Tarragona representa a la ciudad pequeña, abierta al mar y de alta calidad de vida, con mayor posibilidad de ahorro familiar. Todo ello puede generar decisiones de alto calado social como es el de desplazar la residencia y fijarla en Tarragona para acudir a Barcelona a trabajar.

Cualquier análisis sociodemográfico permite ver que vivir en Barcelona y trabajar en la propia ciudad genera desplazamientos diarios medios que se acercan a las 3 horas por persona y día. Analizada debidamente esta situación, entroncar el futuro urbanístico de Tarragona como ciudad de reposo (no ciudad dormitorio) puede ser un elemento políticamente acertado y territorialmente favorable para una ciudad que dentro de pocos meses se va a quedar sin un durillo de impuestos del sector químico porque irán a revertir a La Canonja.

No se puede vivir un 2017 sin un 2018. Ni se puede pensar una ciudad a golpes de genialidad ni de soberbia personal como parece que ha estado sucediendo. Para pensar una ciudad están los arquitectos y en especial los urbanistas y para ello, Tarragona debe apostar por ideas consistentes, claras y contundentes y contar con gestores que salgan al ruedo con las mismas «cargaderas» que Paquirri y acabar con las actitudes descafeinadas de «qui dies passa anys empeny».

En la recién estrenada legislatura y en especial desde la regiduría d’Urbanisme de esta ciudad, comandada por un buen arquitecto, es donde radica la llave maestra para un urbanismo propio del siglo XXI. La ciudad está enrocada y necesita aire nuevo y nuevas maneras. Sin dudarlo digo que es una ocasión histórica para actuar y gestionar desde la función pública lo que nuestro colectivo sabe desarrollar en su función profesional con el valor que le corresponde. Y también es una ocasión única para no olvidar que para hacer ciudad, los políticos deben creer y apostar absolutamente por aquellos que viven, pisan, conocen y aman esta ciudad y contar con sus arquitectos.

A mi modo de ver, corresponde a la regidoría de urbanismo la sabia decisión de acertar con la gerencia de urbanismo de esta ciudad que parece ser la panacea del buen urbanismo. Nombres hay y muchos, y espero que en la balanza de la buena decisión haya una honesta apuesta por gente preparada técnicamente y éticamente pero además, por gente implicada en este y para este territorio.

Bueno está saber, que a esta gerencia de urbanismo le correspondería una actitud absolutamente abocada a dignificar este territorio en una dura, sana e inflexible competencia y batalla contra todas aquellas imposiciones urbanísticas externas que solo intentan una y otra vez que Tarragona no despegue ni como ciudad, ni como territorio ni como área metropolitana. Y sería más que saludable que en esta gerencia de urbanismo, otro arquitecto pudiera hablar el mismo lenguaje técnico que su homólogo político, para el bien de esta ciudad y de un urbanismo sano y de calidad.

Queridos lectores. Pienso que Tarragona solo puede expresarse a sí misma en todo su potencial si hay una verdadera apuesta de ciudad moderna que se relaciona adecuadamente con sus barrios y con el exterior mediante unas comunicaciones adecuadas de las cuales carece. Tarragona no puede esperar mas.

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