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    De abstención, meteoritos y pantallas

    04 junio 2023 06:44 | Actualizado a 04 junio 2023 06:48
    Núria Pérez
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    El 28M nos ha dejado muchas incógnitas sin resolver. Una, cómo combatir la menor abstención desde la recuperación de la democracia. En Tarragona ciudad, por poner ejemplo, hemos visto que se ha disparado no solo en aquellos lugares históricamente más abonados a ella, como los barrios de Ponent, si no también en enclaves que han estado siempre mucho más movilizados y también de mayores rentas, como Llevant o el Eixample.

    También cómo han afrontado los resultados los partidos independentistas. Una vez más, los caminos de Junts y Esquerra se alejan. ERC se cuestiona el pragmatismo con el que ha gobernado los últimos años y se debate entre dar por cerrado el diálogo con Madrid y plantearse un discurso mucho más crítico con el Estado. Por el contrario, Junts ha constatado que sus mejores resultados se han dado con los candidatos más moderados y alejados del discurso independentista, como Xavier Trias en Barcelona. Veremos si este cambio de roles se consolida tras el 23J.

    Si la diferencia entre la izquierda y la derecha es mínima tras el 23J, tendremos a la sociedad dividida y polarizada. Algo que sería devastador, como ha sucedido en los últimos años en Catalunya

    Otra de las dudas tiene que ver con la destacada irrupción de Vox en el ámbito municipal, donde al menos en Catalunya, no estaba presente y, en muchos pueblos y ciudades ha pasado a ser la cuarta fuerza más votada.

    La polarización que viene

    Algo de lo que prácticamente sí podemos estar seguros es que si ya hemos vivido una legislatura bronca y, en algunos casos lamentable, la polarización tiene visos de elevarse a niveles nunca vistos. Sánchez o España ha sido el lema elegido por Feijóo para empezar. Con un mensaje similar Ayuso logró la mayoría absoluta en Madrid. La coalición de derechas tiene claro su objetivo: echar a Sánchez. Podríamos decir que ahí termina su programa.

    La izquierda debe encontrar un grito de guerra o un eslogan igual de contundente. Pero no es tan fácil. La gestión no es suficiente para movilizar. A muchos votantes socialistas no les convencen ni las políticas ni las ministras de Podemos. Y a los votantes morados les sucede lo mismo con el presidente del Gobierno. Su único punto de encuentro claro es parar a la ultraderecha.

    A Juana Dolores le perdieron las formas en el programa Més24 de Xavier Graset. Pero dijo verdades como puños: no hay una sola catalanidad y la sanidad debería ser un tema central del debate político

    Si la diferencia entre un bloque y otro es mínima, preparémosnos para la máxima crispación y la división de la sociedad. Algo que sería devastador como ha sucedido en los últimos años en Catalunya y cuyas heridas aún hoy arrastramos. El daño al diálogo y al consenso será notable. También a la confrontación inteligente de soluciones a los problemas cotidianos de la gente.

    Graset y Dolores

    Xavier Graset ha sido el periodista de la semana en TV3, tras la entrevista sonada del lunes por la noche a Juana Dolores. La escritora acudió al Més324 a presentar su nuevo poemario Rèquiem català, i si una nació desfilant per una catifa vermella. Pero la poeta del Baix Llobregat decidió hablar como militante y no como escritora -le era indiferente que un meteorito hundiera una librería con sus libros-. Y como tal protagonizó los diecisiete minutos de conversación televisada más cautivadores de los últimos años.

    Lástima que se equivocó con las formas, especialmente el «he venido aquí a cagarme en todo» o al calificar a Xavier Trias de «puto viejo». Pero ello no es excusa para reconocer que dijo verdades como puños. Entre ellas que no hay una sola catalanidad, que la televisión pública debería reflejar mejor la pluralidad de las calles y los barrios y que la sanidad debería ser un tema central del debate político. Ante tanto discurso vacío de contenido, sienta muy bien, que haya quien se salga de los mensajes políticamente correctos.

    En cuanto a Graset, qué decir. Aguantó el inesperado chaparrón con elegancia y cintura. Le agradezco que un día después nos escribiera en la contra del Diari y nos regalara casi sus primeras reflexiones tras el programa, sin duda ya, una perla de la historia de la televisión.

    Libros y pantallas en la escuela

    Esta semana mi hijo llegaba a casa y me comentaba que buscara en Google 3D, atención, no Google si no en Google 3D, la palabra tigre y, que podríamos ver uno sobre su cama o el sofá del comedor. Lo intenté y las instrucciones sobre cómo lograrlo eran sencillas, pero parece ser que el modelo de móvil que tengo no está preparado para la realidad aumentada. La verdad es que no sé si estaba más fascinado él o yo de descubrirlo. Estas dos experiencias vienen a cuento a raíz de dos noticias de la semana. Por un lado, los datos que muestran el suspenso sin paliativos del sistema educativo catalán en comprensión lectora. Por otro, la decisión del Gobierno sueco de paralizar la digitalización de las aulas y de acelerar el regreso de los libros de texto a las escuelas.

    Suecia ha obtenido 544 puntos en el Informe Pirls de comprensión lectora, por encima de la media europea (528), la española (522) y la catalana (507). Pero esta cifra ha caído 11 puntos respecto a 2016. La nueva ministra de Educación, Lotta Edholm, no niega el aprendizaje de la competencia digital de los niños pero considera que los libros de texto «tienen ventajas que ninguna tableta puede sustituir».

    Las nuevas formas de pedagogía me parecen interesantes. La organización del trabajo por proyectos, la mezcla de grupos, la idea de las competencias y el reconocimiento de que hay diferentes tipos de inteligencias, también. Sin embargo, no acabo de compartir la actual laxitud con la ortografía y la lectura. Al aprender ortografía se adquieren competencias como rigor y cuidado por la forma. Respecto a la lectura, tiene muchas virtudes: estimula nuestra mente, aumenta nuestra inteligencia, desestresa, nos permite conocer otros lugares y cultura y ayuda a la concentración. Las pantallas también tienen sus ventajas, sin duda. Ofrecen una inmediatez y un volumen de información incalculable. Pero también tienen inconvenientes si no se hace un buen uso o se abusa de ellas.

    Suecia debe ser el ejemplo a seguir. No se trata de primar un canal de conocimiento en detrimento de otro. Se trata, al menos en el caso de las pantallas y los libros, de hallar el punto de equilibrio que favorezca a los que se están formando. De buscar la mejor combinación y de ir corrigiendo el rumbo hasta dar con el adecuado. Ojalá las administraciones competentes en la materia en nuestro país lo estén haciendo ya.

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