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Leo en El País la curiosa historia de Frances Arnold, la americana que obtuvo el Nobel de Química de 2018 por sus hallazgos de evolución dirigida, provocando mutaciones en proteínas para crear sistemas biológicos útiles.
Cuando tenía 19 años pasó un verano en España, donde aprendió el idioma y se enamoró de su literatura, fiestas y gastronomía. En Pittsburg, donde nació, trabajó de joven en una pizzería, en un club de jazz y fue taxista.
Ahora ha vuelto a España para participar en Barcelona en la entrega de los Premios Princesa de Girona. Naturalmente su presencia pasó desapercibida para muchos periodistas, pendientes de si acudiría al acto Pere Aragonès y si se quemarían fotos del Rey. Al fin y al cabo, ella no es más que un Premio Nobel de Química…
