Las Urgencias del hospital Joan XXIII de Tarragona están desbordadas y sus trabajadores ya no dan más de sí, dada su escasez, mientras los pacientes han de sufrir una espera que supera la hora a veces en condiciones realmente precarias, incluso sentados en el suelo por estar todas las sillas ocupadas, mientras ha sido necesario habilitar otras zonas del hospital por falta de espacio y de camas en Urgencias.
Y esto no puede ser en ningún caso «parte de la normalidad». A la endémica falta de profesionales, agravada en estas fechas por el fin de los refuerzos de invierno, se une el hecho de que la cantidad de pacientes que acuden a este servicio se ha incrementado en los últimos tiempos, en gran medida por esa pretensión –muy humana– de conseguir una respuesta inmediata a los males que les aquejan.
En este sentido, las autoridades sanitarias harían bien en plantearse la necesidad de incorporar la realización de programas educativos que ayuden a los usuarios a gestionar de forma más racional sus problemas de salud.
Aunque tampoco hay que caer en la solución fácil de culpar a los pacientes, pues es también cierto que muchos de ellos llegan a Urgencias después de no haber obtenido respuesta en las instancias previas, toda vez que los centros de atención primaria no están menos desbordados y conseguir una cita con el médico de cabecera puede demorarse más allá de los diez días.
El Joan XXIII, como la mayoría de hospitales, cuenta con un equipo de cribaje que atiende a los pacientes a su llegada y los clasifica en función de su prioridad, lo que representa un importante avance.
Sí, hay que mejorar las Urgencias, pero esto no será suficiente si no se dota con los recursos humanos y materiales necesarios a la atención primaria, toda vez que debe ser ésta, y no las Urgencias, la principal puerta de entrada al sistema sanitario y la criba para que los casos más o menos banales no acaben colapsando los servicios hospitalarios. Y esto, mejorar la atención primaria, sí debe ser la gran prioridad.