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    Cuatro años de un virus que nos cambió la vida

    12 marzo 2024 19:08 | Actualizado a 13 marzo 2024 14:00
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    El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó la pandemia de Covid-19 en todo el mundo, y tres días después, el 14 de marzo de 2020, se decretó el confinamiento.

    Han transcurrido cuatro años desde aquellas fechas y, aunque ya es una enfermedad no tan temible ni causa tantos muertos como en el terrible primer año, es obligado admitir que la Covid ha marcado un punto de inflexión en nuestras vidas. Porque, gracias a las vacunas y a la inoculación masiva de la población, prácticamente hemos dejado atrás una pesadilla que lo trastocó todo y que modificó conductas, tanto a nivel individual como en el plano colectivo.

    La Covid fue también un estrepitoso baño de humildad que vino a recordarnos de una manera tremendamente cruel lo frágiles y vulnerables que somos, lo que incrementó el miedo, alimentó la incertidumbre y debilitó las certezas.

    No olvidar lo que pasó debe convertirse en el mejor homenaje a los sanitarios que lo dieron todo y a quienes perdieron la vida

    La pandemia estresó un sistema público que, pese a las lagunas, funcionó razonablemente, con muchos aciertos y, también hay que admitirlo, no pocas equivocaciones ante un escenario inédito para todos. La comunidad científica ofreció luz en la niebla de la confusión. La vacunación fue un éxito indiscutible y las medidas preventivas salvaron muchas vidas. Por supuesto que quedan secuelas.

    De hecho, no pocos pacientes sufren los efectos de la Covid persistente y aún no han podido retomar su vida completamente. Por otra parte, el repliegue social acrecentó la tendencia al invidualismo y la fatiga de aquellos días ha hecho mella. Pero la pandemia dejó una serie de lecciones que no hemos de olvidar. Una de ellas es la imperiosa necesidad de fortalecer la protección sanitaria en todas sus facetas, si bien la atención primaria debe ser una de las prioridades.

    No olvidar lo que pasó y aprender de aquella tremenda experiencia vital debe convertirse en el mejor homenaje a los profesionales sanitarios que lo dieron todo y a quienes perdieron su vida en el camino sin siquiera tener una mano amiga a la que poder aferrarse en la despedida.

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