Un demoledor informe técnico elaborado por tres arquitectos en base a una inspección visual realizada el pasado 24 de enero concluye lo que toda Tarragona se temía: Ca l’Ardiaca se halla en tal estado de ruina que incluso está en riesgo la propia estabilidad del edificio, con lo que «no se garantiza la seguridad de las personas ni de los bienes situados en su interior». Se trata de una noticia nefasta que pone sobre el tapete la polémica en torno al mantenimiento y la conservación de inmuebles considerados de gran valor patrimonial en Tarragona. Ubicada en el Pla de la Seu, en el corazón de la Part Alta, la antigua rectoría de la Catedral es un palacio medieval que acoge trazas históricas desde la época romana hasta la reconstrucción de que fue objeto en el siglo XIX para arreglar los destrozos que sufrió en la Guerra del Francés.
En su interior existen yeserías y pinturas góticas que han sufrido daños por las filtraciones y las humedades, agravadas por el colapso del tejado. En el edificio estaba proyectado un hotel de lujo, pero la empresa promotora que ostenta su propiedad, Desarrollos Arbe, no ha movido una piedra durante años para que el proyecto coja forma, pese a las advertencias y sanciones impuestas por el consistorio. El resultado de tanta desidia es que el edificio se halla en un deplorable estado de abandono; lleva una década apuntalado y con un andamio que protege a los peatones de posibles desprendimientos. Recientemente el Ayuntamiento y la Generalitat anunciaron que actuarían de forma subsidiaria ante el derrumbe de parte de la cubierta para garantizar la estabilidad del inmueble. Se da la circunstancia de que el actual alcalde, Rubén Viñuales, ha expresado en alguna ocasión su deseo de convertir Ca l’Ardiaca en un parador nacional. Es posible que ni siquiera estemos a tiempo de salvar tan emblemático edificio, pero se torna obligatoria una actuación de urgencia –y de envergadura– para evitar su hundimiento y las graves consecuencias que puede acarrear.