La inacción en el edificio del Banco de España

El del Banco de España es uno de los ejemplos más ilustrativos de esa enorme dificultad que tiene Tarragona para aprovechar su potencial y pasar de los proyectos a los hechos. Desde que cerró la institución en 2003, hace ya más de veinte años, el edificio, de gran valor y ubicado en plena Rambla Nova, la arteria más noble de la ciudad, permanece cerrado y sin uso, deteriorándose, a pesar de que sobre él han planeado todo tipo de ideas, desde una biblioteca hasta un centro cívico, pasando por un museo de la química, otro del Nàstic e incluso una mezquita.

En marzo de 2010 el inmueble pasó a ser de titularidad municipal, lo que llevó a colgar de él una gran lona con el lema ‘Ja es nostre!’. Aquella euforia hacía pensar que en breve Tarragona disfrutaría de algún tipo de servicio en aquel edificio. Sin embargo, la inacción fue la norma hasta 2019, cuando la UE concedió dos millones de euros a través de los Fondos Feder para pagar la mitad de lo que costaría instalar allí el Rambla Science, un espacio de divulgación de la ciencia, cuyo coste total ascendía a 4,9 millones de euros. Pero ni siquiera con este dinero en la mano Tarragona fue capaz de sacar adelante el proyecto. Un nuevo estudio concluyó que era necesario reforzar las estructuras, lo que encarecía la obra un 50%, pasando de aquellos 4,9 millones a 7,2 millones.

El resultado es que no se cumple con los plazos establecidos por la UE –sus aportaciones están condicionadas a la realización del proyecto en un tiempo determinado– y el Ayuntamiento se ve obligado a renunciar a la ayuda. No obstante, Tarragona vuelve a solicitar financiación a Europa, esta vez por 3,2 millones de los Fondos Next Generation, que son denegados –¿a quién puede extrañarle, con semejantes precedentes?–. El último capítulo, por ahora, es la disolución de la Fundació Tarragona Cultura i Coneixement, un organismo totalmente ineficaz que sin embargo costaba 100.000 euros al año a las arcas municipales. Lo dicho, un ejemplo de la inactividad de una Tarragona que parece no tener responsables... ni dolientes.