La rebaja del IVA en los alimentos

Cuando ya ha transcurrido prácticamente un mes de la entrada en vigor –lo hizo el 1 de enero– de la rebaja del IVA en los alimentos básicos, la primera impresión, según apuntan los propios consumidores, es que los descuentos fruto de la eliminación, en unos casos, o la disminución, en otros, del impuesto se ha notado más bien poco, con apenas unos céntimos de rebaja en el precio de la mayoría de los productos que conforman la cesta básica.

No obstante, la medida sí ha tenido cierto efecto en lo que respecta a frenar la carrera alcista de los precios, que durante el año pasado aumentaron de media un 15%, con incrementos muy superiores en algunos productos básicos. En todo caso, el problema persiste, toda vez que los analistas vaticinan que los precios de los alimentos continuarán subiendo aún durante un tiempo, pues se mantiene buena parte de las causas que provocaron el encarecimiento, como la escasez de cereales por la guerra de Ucrania, las malas cosechas por la sequía o el mayor coste de los fertilizantes y de otros productos fitosanitarios.

Es verdad también que la formación de los precios alimentarios en España está rodeada de una gran complejidad y de un oscurantismo que beneficia a multitud de intermediarios y de grandes cadenas, por lo que cabría extremar la atención sobre este aspecto para evitar la especulación. En todo caso, lo cierto es que las economías familiares se encuentran en una situación muy complicada. El problema es mayor, si cabe, porque el incremento del precio de los alimentos llega acompañado del de la tarifa de la luz y el gas, los combustibles –ya sin el descuento de los 20 céntimos por litro de gasolina– y las hipotecas, por el aumento de los tipos de interés y la consiguiente subida del euríbor. La reducción del IVA en los alimentos debe ir acompañada de otras medidas que garanticen el acceso a todos los hogares a una dieta sana y equilibrada.