No podemos olvidar el calendario diabólico. En una semana empieza una nueva campaña electoral: las elecciones al Parlamento Europeo. Estas elecciones son siempre el patito feo del circuito electoral, aunque sean las que tengan un impacto más directo sobre nuestra cotidianidad. ¿Mayor que unas generales o unas autonómicas? Nos atreveríamos a decir que sí. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, seguramente la mujer más poderosa del planeta, hace unos días dio su señal más clara hasta ahora de que está lista para cooperar con partidos de extrema derecha para asegurarse un segundo mandato en el cargo más poderoso de la UE.
A la extrema derecha se la augura unos muy buenos resultados en estas elecciones. Esta alianza podría significar un cambio significativo en la formulación de políticas de la UE, en temas que van desde la migración hasta la legislación climática, los derechos de las mujeres y la defensa. Como apuesta electoral, es de alto riesgo: tal acuerdo podría romper la coalición entre el Partido Popular europeo, que es el de von der Leyen, y los Socialistas que tradicionalmente han gobernado las instituciones de la UE desde el centro. Un acuerdo que nace con la clara intención de frenar el fascismo en la Europa de la postguerra mundial. Von der Leyen necesita mantener esa alianza unida para ganar su segundo mandato como jefa de la Comisión. Pero en los últimos años, los populistas han disfrutado de éxitos significativos, ganando elecciones nacionales y regionales y encabezando encuestas de opinión en Francia, Italia, los Países Bajos y Alemania, entre otros países. El populismo antieuropeo está al alza y es un peligro dejarlo campar a sus anchas. La UE es el mejor proyecto político de la historia. No será perfecto, pero es el mejor. No se fíen de quien les diga que lo que ocurre en Bruselas no les afecta. Les está mintiendo.