Acabo de leer que el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, ha manifestado que todo lo que se está viendo ahora de los documentos de Hervé Falciani, es sólo el aperitivo de lo que hoy está en los ordenadores de la Agencia Tributaria con nombres y apellidos. Asimismo, Montoro se refería esta semana en Sevilla a la denominada lista Falciani, para recalcar que las medidas de lucha contra el fraude fiscal que se han puesto en marcha en la actual legislatura están dando unos resultados nunca vistos. Todo ello en relación con lo que se está investigando con esas cuentas y la rama suiza del The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation, más conocido por las siglas HSBC.
En mi opinión, la manifestación de que ahora nos encontremos en el aperitivo, produce hilaridad. En efecto, el aperitivo suele tomarse antes del almuerzo. Y este almuerzo se remonta nada menos que al año 2006, por lo que no entiendo en absoluto de que aperitivo se está hablando. Quizá quiere iniciarse, de forma anticipada, la próxima campaña fiscal, puesto que el ministro hablaba en Sevilla ante todos los delegados de la Agencia Tributaria de España.
Pero vayamos al origen del asunto, hace ya nueve años. Hervé Falciani, conocido como el ladrón de datos suizos, exinformático del HSBC, extrajo de una oficina de dicho banco en Ginebra cerca de 13.000 ficheros de depositantes extranjeros, presuntos evasores fiscales de todo el mundo. Su historia se remonta al año 2006, cuando Falciani intentó alertar a las autoridades suizas de las irregularidades. Consiguió huir a Francia, donde entregó a las autoridades fiscales parte de los ficheros. Suiza pidió a su vecino Francia que le entregase a Falciani y todos los datos, pero Francia decidió utilizarlos e identificó a más de ocho mil supuestos defraudadores franceses, a quienes invitó a regularizar su situación fiscal, recuperando de esta forma unos 1.200 millones de euros. Las autoridades francesas, además, entregaron datos al Gobierno español, ayudando a localizar a 659 presuntos evasores de impuestos que habrían evadido más de 6.000 millones de euros, entre ellos el fallecido presidente del Banco de Santander, Emilio Botín.
Con sus actuaciones, Francia provocó un conflicto diplomático con Suiza y Falciani, después de su estancia en Francia, huyó a España en el mes de junio de 2012, pero fue detenido a su entrada en Barcelona e ingresado en prisión, a la espera de que la Audiencia Nacional resolviera la petición de extradición solicitada por Suiza. La Fiscalía solicitó su puesta en libertad, alegando la actitud colaboradora del reo, quien ha entregado datos de presuntos evasores fiscales españoles y de otros países, tanto de la Unión Europea como de Estados Unidos de América. El Ministerio Público estimó que no procedía mantenerle por más tiempo en prisión, a la vista de la demora de su posible extradición.
La Audiencia Nacional acordó la libertad provisional para Falciani, a la espera de que se resuelva su extradición al país helvético, donde le reclaman para juzgarle por revelación del secreto bancario, un delito que no se encuentra tipificado en nuestro país. La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dio el visto bueno al informe del fiscal y obligó a Falciani a fijar un domicilio y acudir cada tres días a los juzgados más próximos a su residencia, con la prohibición expresa de salir del país. Con tales antecedentes, Falciani salió de la cárcel madrileña de Valdemoro, protegido por un chaleco antibalas y escoltado nada menos que por ocho agentes.
Se ha cuestionado la conducta de Falciani y se ha dicho que ha colaborado con las autoridades fiscales. En mi opinión, no se trata de un Robin Hood que robaba a los ricos para dárselo a los pobres; Falciani es un colaboracionista, corrupto y sinvergüenza. Y ello, en primer lugar, porque, como no debiera cualquier empleado bancario honesto, ha roto su ética profesional, frente a su empleador HSBC. Y, en segundo lugar, porque se trata de un individuo sin escrúpulos, que sacó la información y no la llevó a la policía, sino que la guardó en su poder para intentar venderla al mejor postor, una vez que ya no trabajaba en HSBC. O sea que de anticorrupto o luchador contra la corrupción de los evasores fiscales, nada de nada.
No deja de ser sorprendente que cuando llegaron las listas a las autoridades fiscales españolas, solo se hicieran públicos unos pocos nombres, entre ellos Emilio Botín. Y para terminar, cabe preguntarse de qué aperitivo está hablando ahora Cristóbal Montoro, después de haber decretado una amnistía fiscal para dar posible solución al asunto, con una serie de regularizaciones que han tenido lugar recientemente.