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    Entretenimientos globales

    05 noviembre 2022 19:31 | Actualizado a 06 noviembre 2022 06:00
    Felipe Benítez Reyes
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    Sin comerlo ni beberlo, y sin tener que ir al frente de batalla, todos nos hemos convertido potencialmente en carne de cañón. O de misil balístico intercontinental, para ser más exacto. Es la esencia de la Historia: unos pocos deciden el presente y el futuro de muchísimos, lo que no quita que muchísimos de esos muchísimos padezcan la sugestión de ser agentes del destino del mundo mediante el método de alinearse ideológicamente con las decisiones de esos pocos: hay quien va a una guerra -pongamos por caso extremo- no con la sospecha de estar haciendo el tonto, sino con la convicción de ser un héroe.

    Los pocos que mandan en Rusia exportan la imagen de un país enfervorizado de manera unánime con la invasión de Ucrania, lo que no quita que allí hayan tenido que hacer reclutamientos forzosos

    Los pocos que mandan en Rusia exportan la imagen de un país enfervorizado de manera unánime con la invasión de Ucrania, lo que no quita que allí hayan tenido que hacer reclutamientos forzosos incluso entre la población reclusa, porque una cosa es jalear desde lejos una guerra y otra muy distinta que te manden a la guerra. El patriotismo también tiene sus límites, sobre todo cuando deja de ser un sentimiento confortablemente abstracto.

    Por lo demás, se ve que en eso de las amenazas apocalípticas todo es cuestión de animarse: ahí tenemos a Kim Jong-un lanzando misiles que sobrevuelan territorios de Japón y de Corea del Sur, sin duda con algún misterioso afán intimidatorio y estratégico, dentro de lo misteriosa que puede ser la insensatez, pero sobre todo con la mentalidad de un idiota que juega a la PlayStation.

    En Brasil, Bolsonaro, tras perder las elecciones, alienta más o menos veladamente una confrontación civil que podría resolverse felizmente con la guinda de un golpe de Estado

    En medio de estas hazañas bélicas, Bolsonaro, tras perder las elecciones, alienta más o menos veladamente una confrontación civil que podría resolverse felizmente con la guinda de un golpe de Estado, mientras que Biden avisa de que en EE UU la democracia está en peligro, hasta el punto de que cualquier chiflado –canadiense, además– puede entrar en la casa de la presidenta del Congreso con la intención de romperle las piernas, algo que no logró la horda trumpista que asaltó el Capitolio, con la frustración politológica que eso conlleva para cualquier mente iluminada. Dentro del pintoresco ámbito monárquico o del pintoresquismo a secas, la heredera de la corona belga vive confinada por la sospecha de que el crimen organizado pretende secuestrarla. Al margen de todo esto, Feijóo, ante la exhumación de los restos de Queipo de Llano, declara que hay que dejar a los muertos en paz, aunque resulta curioso que los muertos a los que no quiere causar molestias póstumas sean siempre del bando de aquel paisano suyo que ascendió a caudillo. Entretenidos estamos, sí.

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