¿Es Ucrania un Estado artificial?

Admitir tácitamente la entrada de Ucrania en un pacto militar era jugar con fuego (hipotético) y ahora real. La respuesta de Rusia parecía previsible

14 marzo 2022 09:20 | Actualizado a 14 marzo 2022 09:25
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Colin Thubron, decano de los escritores de viajes, relata su recorrido por la URSS poco antes de su desaparición (‘Entre rusos’, 1983). El libro termina en Kiev, donde es vigilado atentamente por los agentes de la KGB.

En poco tiempo todo ese mundo ha desaparecido. El drama de personas que mueren y huyen angustia y rebela a cualquier persona de buen corazón. Es hora de contestar la pregunta que lleva por título estos artículos.

1. Un Estado joven.

El territorio de la actual Ucrania ha pertenecido hasta fechas relativamente recientes a diferentes Estados. El espacio territorial actual proviene de las consecuencias de la Primera y Segunda Guerra Mundial, e incluso la incorporación de Crimea, es posterior.

Para los españoles, que tenemos un territorio uniforme (salvo la Cataluña francesa) desde finales del XV, Ucrania territorio es un lugar muy joven. ¿Pero no lo son también, en el fondo, la mayoría de los Estados europeos actuales y hasta la propia Rusia?

2. La idea imperial.

Rusia es un Imperio, Ucrania aspira a ser una nación. La idea imperial es una idea antagónica a la idea nacionalista. El Imperio ‘se impone’ a las nacionalidades a través de una Idea general que las supera y las neutraliza.

Esta idea sirve de fundamento a todo el sistema: puede ser la Religión, o incluso simplemente el mismo Poder, y en el caso de la URSS fue el socialismo.

Las distintas divisiones políticas soviéticas tenían más un carácter administrativo y funcional que identitario y real, de forma que Ucrania para la URSS no era más que eso. En este sentido, Putin está completamente en lo cierto y la República de Ucrania es puro artificio (administrativo).

3. Radicalismo.

Los estatalismos, los nacionalismos, la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin, cada una a su manera, pero con el mismo fanatismo, se encargaron de ir eliminando las minorías que durante siglos habían convivido en el actual territorio de Ucrania.

Los tártaros de Crimea, los polacos o los judíos, entre otros, y los propios ucranianos, lo sufrieron. Un grave riesgo del naciente ‘nacionalismo ucraniano’ es que siga el camino de todos los nacionalismos y opte por la imposición y no por la convivencia.

Este ha sido uno de los motivos del conflicto y sólo se resolverá si se ofrece un marco razonable a las minorías prorrusas. La guerra lo hará más difícil.

4. Los buenos y los malos.

El escritor John Steinbeck y el fotógrafo de guerra Robert Capa viajan después de la segunda guerra mundial, a Rusia (‘Diario De Rusia’, 1948). Llegan a Kiev, entonces devastada por la guerra contra los alemanes:

«Si estallase la guerra entre Rusia y los Estas Unidos, esta gente creería que nosotros somos los malos», resumen. Por ironías del destino la guerra ha estallado, pero es Rusia la invasora.

El reciente conflicto nos ha llevado a un resurgimiento de la Guerra Fría, en donde los buenos somos nosotros y los malos son los otros. No caben términos medios, un análisis objetivo de los acontecimientos, una información contrastada, y una crítica razonable.

No obstante, algunos comentaristas occidentales no se han dejado llevar por esta ‘moral de guerra’ y han señalado ciertos errores y desprecios en la política reciente ucraniana, que puede no justificar la invasión, pero si entenderla en cierto modo.

Por otra parte, aunque la votación en la ONU ha dado un resultado en términos de voto/Estado abrumadoramente contra la invasión, es muy significativa la importancia de algunos de los que se han abstenido (China, India, Pakistán). El discurso de Estados Unidos y Occidente no es un discurso compartido por todos.

5. Geoestrategia.

Nadie discute que los ciudadanos ucranianos tienen libertad para decidir su destino y para querer integrarse con unos o con otros. Pero la pregunta es otra ¿hasta qué punto los Estados son libres para definir su estrategia?

Tanto EEUU como los Estados europeos deberían haber sido conscientes que en términos geoestratégicos no siempre es posible hacer lo que uno quiere. Admitir tácitamente la entrada de Ucrania en un pacto militar era jugar con fuego (hipotético) y ahora real. La respuesta de Rusia parecía previsible.

6. Rusofobia.

Múltiples voces han advertido del peligro de una rusofobia. Steinbeck termina su Diario de Rusia con estas palabras: «Los que conocimos sentían odio hacia la guerra, querían las mismas cosas que todo el mundo, una buena vida, mayor bienestar, seguridad y paz.

Sabemos que este relato no satisfará a la izquierda eclesial ni a la derecha reaccionaria... No tenemos conclusiones que sacar, salvo que los rusos son como cualquier otro pueblo del mundo. Seguramente los hay malos, pero con mucho la mayoría son muy buenos».

7. ¿Un pronóstico?

Caben tres posibilidades reales: la guerra nuclear, que será el final para todos; una revolución en Rusia que desestabilice el Poder, con consecuencias también muy peligrosas porque podría crearse un inmenso agujero negro; o, lo que parece más previsible, un pacto entre Ucrania y Rusia.

La guerra de los medios la han ganado los ucranianos; pero la guerra (real) la ganarán los rusos, que impondrán por la fuerza (aunque pactando) todo o casi todo lo que pretendían inicialmente (la neutralidad de Ucrania, el reconocimiento de Crimea como parte de Rusia y la autonomía o soberanía limitada de las regiones ucranianas pro rusas).

Si ese es el resultado final, ¿tomaron las autoridades ucranianas en su apuesta unilateral la opción más recomendable?

La última entrevista de Thubron es en Kiev con una pareja de ucranianos. «Y vosotros en Occidente tenéis muchas cosas, pero ¿sois más felices?», le preguntan. «No lo sabía, dije (independientemente de lo que se entendiera por felicidad). Pero no podíamos volver atrás», contesta.

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