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    La NATO se divierte

    A los congresos se va a romper la rutina diaria, ver a amistades y colegas, conocer mundo, comer y beber,
    echar una cabezada...

    05 julio 2022 09:28 | Actualizado a 05 julio 2022 09:29
    Ángel Pérez Giménez
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    ¡Hola vecinos! Una ‘cumbre’ es como un congreso, pero de gente que manda mucho. Con sus comités ejecutivo, organizador, científico y de honor. Con su programa de trabajo, de recepciones, cenas, con su programa para acompañantes. Con sus medios informativos, sus imágenes, su etiqueta, sus azafatas, sus banderas y centros de flores. Las cumbres son como un congreso de regantes, de endodoncia o de investigación en el avistamiento de objetos voladores no identificados y su incidencia en el tráfico aéreo del espacio Schengen.

    La peli alemana de 1931 El congreso se divierte nos sitúa en Viena, año 1814. Tras las guerras napoleónicas se reúnen los gobernantes y estadistas de toda Europa para pactar un nuevo orden internacional. El astuto príncipe de Metternich, ministro del emperador austríaco, ejerce de anfitrión y hace lo posible para distraer a sus huéspedes con la astuta intención de que no asistan a las sesiones de la conferencia y le permitan hacer y deshacer el traje de Europa a medida de sus intereses. Una joven ingenua se verá inmersa en estas intrigas, en las que vivirá una aventura romántica con el poderoso zar de todas las Rusias.

    La argucia de la distracción de los congresistas para su manipulación subliminal no es nueva. Una de las más influyentes intenciones a la hora de inscribirse en un congreso es pasarlo chupi lerendi. O sea, de pistón. A los congresos se va a romper la rutina diaria, ver a amistades y colegas, conocer mundo, comer y beber, echar una cabezada en la primera sesión de la mañana y la siesta en la primera de la tarde, llevarse a casa una maletilla con chirimbolos para que jueguen los niños y, si eso, echar un ojo por encima a alguna novedad o aportación sorprendente que pueda darse en una ponencia. Esto último: la novedad o aportación sorprendente en el marco de un congreso o ‘cumbre’ constituye un elemento necesario para dar sentido al cónclave. Por ejemplo: durante la reciente cumbre de la OTAN en Madrid, se puso de manifiesto que la Rusia de Putin puede constituir una amenaza por el Este. Cuatro meses de invasión a Ucrania, guerra, muerte y devastación, crímenes de Lesa Humanidad, fosas comunes, violación de los Derechos Humanos, deportaciones masivas y millones de refugiados... y no habíamos caído en que igual la Rusia de Putin supone una amenaza por el Este.

    Jefes de Estado y de gobierno han convenido en Madrid definir estrategias conjuntas, aumentar los gastos en defensa, han desvelado las amenazas no sólo por el Este sino, también, de los países del Sahel –África– y de la China mandarina. Y, como pudieron traer acompañantes, les ha sido posible contemplar –unos, otros o de manera conjunta– las obras maestras del Museo del Prado con cena en su claustro o el Reina Sofía, asistir a un ensayo de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, que se estrena hoy mismo en el Teatro Real, pasear por los jardines segovianos de La Granja de San Ildefonso, visitar la Real Fábrica de Cristales y probar las creaciones y recreaciones de cocineros como José Andrés o Paco Roncero. Algunas delegaciones han complementado el programa con salidas a su bola. Karl Nehammer, canciller de Austria, y su comitiva cenaron en el ‘Velázquez 17’, barrio de Salamanca. Jill Biden compró alpargatas ‘Castañer’ y sus nietas Maisy y Finnegan Biden se encargaron ropita en ‘Nude Project’, tienda igualmente del barrio de Salamanca que visitaron con veneración, cual templo de la moda juvenil.

    Ni Diego Velázquez, ni la Infanta Margarita, ni las meninas de la reina, María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, ni Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, ni la dama Marcela de Ulloa, ni José Nieto, el aposentador que asoma al fondo, ni Felipe IV y Mariana de Austria que se adivinan en el espejo, imaginaron que un día presidirían todos ellos desde el lienzo Las meninas a lo más granado de una cumbre de la OTAN. ¡Qué cuadro! Ni sospecharon que existiría semejante alianza mundial extasiada ante su composición plástica. Ni que el presidente de EEUU echaría mano en El Prado a la cintura de Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, y no quisiera soltarla. Normal.

    Los de protocolo nos fijamos en los asuntos propios. El banderín con el escudo bocabajo ante el presidente del Gobierno de España, descuido por el que la OTAN pidió disculpas. La inclusión de ‘ensaladilla rusa’ en el menú de la cafetería-cantina para currelas de la organización, eliminada de inmediato y convertida en ‘ensaladilla tradicional’. Graciosísimo. El asentamiento del húngaro Viktor Orbán, el homófobo machote de la UE, al lado de Gauthier Destenay, marido de Xabier Bettel, primer ministro de Luxemburgo, en la cena del Palacio Real. ¿Odias a los gais y el matrimonio homosexual? ¡Pues toma consorte y así se te atragante la tortillita de camarones!

    Hasta Feijóo ha felicitado a Pedro Sánchez. Qué sospechoso. Eso sí: la ‘Marca España’, por las nubes.

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