Es el gran debate del mundo de la educación. ¿Jornada continua o jornada partida? Hace muchos años que está sobre la mesa y ahora está más vivo que nunca, esperando la evaluación de la jornada intensiva que ha encargado el Departament d’Educació de la Generalitat. La implantación de la jornada continua empezó de forma progresiva en la educación pública ya hace más de una década, en 2012. Primero, en Secundaria. Y luego con una prueba piloto en la Primaria. Hay familias a favor y familias en contra. Y si hay algo que está claro es que la certeza, al menos por ahora, nadie la tiene. Todo tiene sus pros y sus contras. Quizás para los alumnos pueda ser mejor opción concentrar la jornada lectiva por las mañanas, pero ¿qué pasa por las tardes? ¿La sociedad está preparada para la conciliación?¿Hay que tirar de extraescolares? ¿Todas las familias se lo pueden permitir?
Hay tantos factores a tener en cuenta que es necesario replantear el debate y abordarlo de otra forma. Hasta ahora se ha mirado casi únicamente desde el prisma de la educación, ya sean docentes, familias o administración. Pero habría que abordarlo como sociedad, de un modo mucho más global. Si las jornadas laborales no cambian y nuestros horarios y hábitos no se adaptan, es casi imposible que las cosas encajen y el modelo acabará volviendo al punto de partida. El Departament d’Educació no lo ve claro y asegura que con la jornada intensiva se acentúan las diferencias. Y por contra, hay centros que llevan años con este modelo, se habían adaptado y ahora les obligan a hacer tardes. Permítanme que confiese que tengo cierta sensación de caos.
