La llegada de los fondos europeos Next Generation abrió la puerta a grandes oportunidades para las administraciones locales. Ha permitido acelerar el calendario de proyectos que estaban previstos más a largo plazo y también plantear nuevas iniciativas que anteriormente no estaban contempladas. En Tarragona, por ejemplo, está el proyecto de la plataforma del Miracle, que tendrá que esperar un poco para luego tomar forma definitivamente. El proyecto irá ligado a la renaturalización del espacio, vinculado al paquete de subvenciones que el Ayuntamiento obtuvo precisamente de los Next Generation. La primera parte está redactada a la espera de que el consistorio tenga «toda la información», para ver si hay que introducir cambios. Todo se retrasa un poco. En principio es para una mejora. Así que se trata de detenerse un momento, replantear el proyecto y aprovechar luego el acelerón europeo para que acabe teniendo el empaque que necesita para dar la vuelta a su situación actual. Luego, la ciudadanía ya valorará si es la mejora que esperaba.
La sostenibilidad es el eje de la gran mayoría de propuestas que optan y consiguen partidas destacadas en estos fondos europeos, y tiene su sentido que todo ello se lleve a cabo en medio de una crisis climática sin precedentes. Nuestras ciudades plantean volver a naturalizarse, despejarse de tráfico –en esos dos ejes se englobaría la polémica y compleja creación de zonas de bajas emisiones–, pero también contemplan iniciativas como dinamizar la economía, promocionar la salud colectiva o potenciar la digitalización. Burocráticamente, los Next Generation son extremadamente complejos de gestionar, pero no dejan de ser una oportunidad para dar un empuje a los proyectos de ciudad.