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    Aquí hay tomate

    19 junio 2023 19:06 | Actualizado a 20 junio 2023 07:00
    Juan Ramón Ortega Ugena
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    Hace 40 o 50 años cualquier vino se podía beber sin tener que disfrazarlo con sifón o gaseosa, incluido el llamado vino peleón. No había que echarle un chorreón de nada, ni de naranja, limón o vermú. No tenía buqué, sólo sabía honestamente a vino.

    Lo paradójico es que fue la época dorada de la casera. Eran vinos monovarietales porque no había detrás un aficionado a mezclar unas uvitas de aquí con otras de allá, alguien que ha hecho un cursillo de enología o un urbanita que ha heredado del abuelo un terreno y juega a ser un alquimista loco, vendiéndonos una jerga llena de colorido, aromas y sabores, a regaliz y jengibre, a canela y geranios. «Sabor, sabor», cantaba Rosario.

    Esto no va de nostalgia del chato de vino ni es una sátira de los panolis de la cata ni en detrimento de los señores caldos, sino que trata de los productos del campo, de los sabores genuinos y de la voz que corre entre los consumidores europeos de que la fruta y hortalizas españolas no saben a nada.

    Nos dicen que los mejores productos se venden fuera. Tengo indicios para pensar que «fuera» es un lugar imaginario o algún supermercado recóndito en un barrio exclusivo

    Nos dicen que los mejores productos se venden fuera porque se pagan mejor. Tengo indicios para pensar que «fuera» es un lugar imaginario o algún supermercado recóndito en un barrio exclusivo de una ciudad privilegiada. Europa está llena de ciudadanos con la economía ajustada. Somos los más.

    En Helsinki o en Liverpool comen ensaladas insípidas, aunque muy bonitas por la variedad cromática, camufladas con aceites y vinagres, y acompañadas por vinos chilenos, sudafricanos o australianos. Sólo los que entienden, los esnobs y los de la visa fácil beben de otras procedencias.

    Si hiciéramos una comparativa entre productos españoles y de nuestros competidores, no habría diferencias sustanciales. Lo que ocurre es que los tomates ibéricos, hoy por hoy, son dominantes. Por eso acechan tiburones dispuestos a ponernos la zancadilla y recortar nuestra cuota de mercado

    Ahora los hay con el plus de que ofrecen productos de proximidad, gracias al cambio climático y a nuevas técnicas agrícolas.

    Frente a la competencia implacable, políticos varios se dedican a la soflama y al chimpampún, a los intereses caciquiles, a los electorales. Hay agricultores que les hacen el juego ante la posibilidad de sacar algo en claro. Ni siquiera es una política cortoplacista para ir tirando, sino que los resultados se ven hoy, no mañana. ¡Crisis!: te cierran el mercado. Y si a «crisis» se le añade «alimentaria», saltan despavoridos.

    Frente a la competencia implacable, políticos varios se dedican a la soflama y al chimpampún, a los intereses caciquiles, a los electorales. Hay agricultores que les hacen el juego

    Si la sequía ha venido para quedarse en ciclos cada vez más cortos, no hay que producir más cantidad, sino calidad buscando mejores precios. Optimizar el agua no es lo excepcional, sino la norma. Viendo una finca invadida por la maleza que había sido un viñedo de moscatel, se quejaba un payés de Montbrió del Camp de que los jóvenes no comen fruta. Es contradictorio con la vida sana tan de moda y se contradice con la preocupación ecológica y que la importen de miles de kilómetros.

    Mimemos al gran mercado europeo porque es excepcional, sin ceder por incapacidad de los gestores, otros ocuparán el espacio, para seguir viendo el río de tráileres que surcan la AP-7 mapa arriba. No volquemos nosotros mismos los camiones.

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