Durante los meses más duros de la pandemia descubrimos de repente que había unos trabajadores tradicionalmente relegados a la oscuridad que, sin embargo, realizaban una labor tan importante que se convirtieron en ‘esenciales’.
Eran limpiadores, basureros, cajeros y reponedores de supermercado, transportistas, repartidores, teleoperadores, funerarios... Y nos propusimos no solo hacerles visibles, sino incluso mejorar sus a menudo precarias condiciones laborales.
Claro que, como tantas cosas que parecían importantes en aquellos días, también nos hemos olvidado de todos estos trabajadores, pese a que continúan siendo indispensables. Por eso me ha sorprendido muy gratamente esa iniciativa de dos jóvenes publicistas de Madrid que estos días han renombrado el callejero de la capital para cambiar el nombre de los antiguos gremios por los profesionales esenciales de hoy.
Así, la añeja calle de Cuchilleros se ha convertido en la calle de La Limpiadora; la de Bordadores, en la del Teleoperador; la de Latoneros, en la calle del Camarero; y la de Botoneras, en la del Repartidor. Raúl Casal y Leandro García no se atrevieron a sustituir la placas originales por las suyas para no meterse en líos ni hacer pensar a la gente que había cambiado la dirección de su casa.
Así que pusieron sus placas ‘pirata’ –muy parecidas a las originales– con los nuevos oficios justo debajo de la oficial y para visibilizar su precariedad laboral elaboraron unos textos complementarios que explican las penurias de tales ocupaciones. Por ejemplo, junto a la calle de La Limpiadora, un cartel más pequeño informa que el 40% de las empleadas de hogar trabaja en negro. Una gran idea para remover conciencias de forma creativa.