Sobre el césped había toda una pléyade de estrellas del firmamento futbolístico, que hicieron gala de su inmensa calidad y ofrecieron un gran espectáculo, con unos cuantos goles –cuatro, para ser precisos– incluidos. Y, sin embargo, las figuras más aplaudidas del partido fueron unos hombres anónimos, unos sanitarios que, tras unos minutos muy largos y muy angustiosos, lograron estabilizar en la misma grada a un espectador que había sufrido un paro cardiaco y que hoy se recupera en la UCI de un hospital gaditano.
Es verdad que en esta ocasión el mundo del fútbol estuvo a la altura de los acontecimientos: el árbitro detuvo el partido, la tele no emitió imágenes del paciente, la afición mantuvo un respetuoso silencio, el Barça prestó un desfibrilador... En resumen, todo el mundo entendió que lo que sucedía en la grada era mucho más importante que el propio partido. Y sí, una vez más –otra– los sanitarios demostraron que son unos héroes.
Aunque ya no quedemos a las ocho de cada tarde para aplaudirles, aunque cobren mucho menos que los futbolistas que estaban sobre el campo –¡qué injusto!–, incluso aunque haya políticos que se niegan –y nos lo niegan a todos, en realidad– a darles unas condiciones dignas de trabajo... ellos siempre están allí, en primera línea, dispuestos a salvar vidas. Sí, son nuestros héroes. No lo olvidemos nunca. Combatamos a su lado para que no tengan que luchar, además de contra las enfermedades, contra la precariedad. Nos va la vida en ello.