La avaricia y la maldad, como la estupidez, no conocen límites. Ni siquiera la tragedia más horrible detiene a los desaprensivos que, carentes de cualquier atisbo de empatía, ternura o compasión, solo buscan lucrarse a toda costa, incluso de las circunstancias más dramáticas.
Es lo que ha sucedido con la bebé «milagro» que nació bajo los escombros y que perdió a toda su familia tras los terremotos en el noroeste de Siria. Aya, que así se llama la pequeña, vino al mundo cuando su madre permanecía sepultada entre los restos de un edificio que se derrumbó a causa del temblor, pero tan solo la niña pudo ser rescatada con vida.
La bebé fue trasladada a un hospital donde recibe tratamiento médico. Bien, pues la pequeña ya ha sufrido tres intentos de secuestro por parte de varios grupos que han tratado de raptarla con motivaciones económicas, ya que su caso ha despertado un gran interés internacional y diversas organizaciones han ofrecido «millones de dólares» para adoptarla.
El último intento fue llevado a cabo por hombres armados que asaltaron el hospital y que agredieron al personal médico con la intención de llevarse a la pequeña a la fuerza.
Aya, sin familia y en un país golpeado por la tragedia y la guerra, no merece caer en manos de mercenarios sin escrúpulos que la venderán al mejor postor; necesitará, en cambio, mucho cariño.
Ojalá dentro de unos años oigamos cosas positivas de este milagro que representa la fuerza de la vida entre tanta destrucción y vileza.