¿Un trabajo que obliga a renunciar al amor?

Hace unos días describí en este mismo espacio el calvario al que se enfrentaba la estrella de K-pop femenino y miembro del grupo musical surcoreano Aespa Yoo Ji-min, conocida artísticamente como Karina, una joven de 23 años, por haber cometido el tremendo delito de enamorarse e iniciar una relación con el actor Lee Jae-wook, de 25 años.

Ambos son jóvenes y guapos, por lo que a nadie puede extrañar que la chispa del amor saltara entre ellos. Y, sin embargo, la noticia se transformó en una auténtica pesadilla para la pobre Karina, pues muchos de sus seguidores se sintieron «traicionados» y algunos de ellos incluso se presentaron en la sede de la agencia de representación en una camioneta con un cártel explícito: «¿No es suficiente el amor que te dan tus fans? ¿Por qué decidiste traicionar a los fans? Discúlpate directamente.

De lo contrario verás una disminución en las ventas de álbumes y sillas vacías en tus conciertos». La joven cedió a la presión y subió una foto a Instagram con un texto escrito de su puño y letra pidiendo «sinceras disculpas».

Tremendo. Pero, al parecer, no ha bastado con eso y el pasado 2 de abril la cantante y su ya exnovio anunciaron que vuelven a estar solteros, una decisión tomada «para centrarse en su trabajo». La historia es realmente triste. Triste –y cruel– es la actitud intolerante de los fans –con amigos que te quieren así, quién quiere enemigos?–.

Triste es que Karina pidiera disculpas públicamente por su noviazgo. Triste es que las presiones hayan triunfado. Y muy triste es que en pleno siglo XXI todavía haya trabajos que nos esclavicen de tal manera que por ellos nos veamos obligados a renunciar a lo que más queremos, como si cantar y tener novio fuera algo incompatible. Sí, muy triste todo.