No tiene que ver con el mercado lo que estoy por decir, pero me vino a la mente porque pensé cuánto tiempo se tarda en componer esa pieza, encontrar esa fórmula, escribir ese poema que te cambia la vida.
Como si el tiempo fuera la medida, como si todos en el mismo tiempo pudieran hacer lo mismo. No, no es así. Se necesita talento. El alma, la capacidad de ver, escuchar y entender, más todo lo que te ha sucedido mientras tanto y ese algo más. Toda la vida, de hecho, es siempre la respuesta. Les ha costado toda la vida. Luego, tal vez un libro cueste tres meses de escribir o seis, o un año, o cinco, no sé. Haendel escribió el Mesías en tres semanas y Marguerite Yourcenar sus Memorias de Adriano en un viaje entre Nueva York y Maine. Pero cuando los lees o los escuchas, piensas esto: toda la vida le ha llevado.
Nada cuesta una hora, un mes o tres años. Es la experiencia lo que cuenta. Valemos lo que hemos vivido no lo que «costamos». Hay que recordar que no es la monetización de unas horas concretas lo que cuenta. Valemos una vida. Todos. Los que escriben, pintan, componen, y los que apenas perpetramos una rutina diaria. Valemos nuestra vida. Qué viaje memorable.
