¿Ha acabado ya el pleno?

19 mayo 2017 21:26 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:14
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No recuerdo si fue un consejo de algún profesor en la universidad –no me destaqué por mis ratios de asistencia a clase– o si se lo leí a alguna pluma ilustrada, pero desde entonces, siempre que voy a opinar sobre algo en lo que soy parte interesada, lo confieso de antemano.

Así que lo admito:mi indignación con lo que vienen durando los plenos municipales en Tarragona –siete horas el de ayer– se debe a que como periodista, en alguna ocasión me toca sufrirlos.

Lo desesperante es que lo que alarga las sesiones no es su contenido eficaz, no son debates sobre el funcionamiento de la administración local, sobre en qué se gasta el equipo de gobierno el presupuesto. Esos debates ahora son más largos, sí, como es lógico tras haber pasado de cuatro a siete grupos.

Pero lo que, con diferencia, más está alargando los plenos son las mociones, esas manifestaciones finales sin eficacia jurídica, esas declaraciones de intenciones, peticiones a otras administraciones, brindis al sol... Casi siempre, además, sobre asuntos en los que el Ayuntamiento ni siquiera tiene competencias. Ayer hubo 21 (¡veintiuna!).

No me entiendan mal:me parece perfecto que existan, porque también es necesario que, más allá de la rigidez de la orden del día, haya margen para que nuestros ediles se expresen sobre otros temas.

Pero con límites. Ni se deberían poder presentar tantas mociones como a uno le venga en gana, ni sobre la primera nimiedad que a uno se le pase por la cabeza. Hacer eso es devaluar su fuerza. Y que la parte simbólica de un pleno triplique la duración de la fase nuclear es una frivolidad.

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