Jacinda Ardern

12 junio 2020 07:00 | Actualizado a 13 junio 2020 10:31
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En estos tiempos en que los líderes políticos de todo el mundo están tan cuestionados –en la mayoría de los casos con razones bien fundadas–, es de justicia destacar a esos pocos mandatarios que le devuelven a uno la esperanza de que quizá aún no todo esté perdido.

A mí me tiene cautivado la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, pues no es casualidad que ese sea el primer país en eliminar el coronavirus de su territorio.

Esta mujer de 37 años que culmina con un «sé fuerte, sé amable» sus comparecencias para hablar de la pandemia, cerró las fronteras y ordenó una cuarentena de cuatro semanas cuando aún no se había registrado ninguna muerte a causa del Covid-19.

El resultado: Nueva Zelanda ha registrado unas de las cifras más bajas de casos y muertes del mundo: 1.154 infectados y 22 decesos. Jacinda, que,  por cierto, además de otros gestos se rebajó el sueldo un 20% en solidaridad con quienes perdieron sus ingresos durante el confinamiento, se hizo famosa por su reacción a la masacre de Christchurch, cuando mostró tanta empatía como firmeza y logró que se prohibieran las armas de estilo militar que usó el atacante.

También rompió barreras sociales cuando se convirtió en la primera mandataria en la historia en tomarse una licencia por maternidad de seis semanas. Por cierto, a la pequeña la cuida su padre. «Tengo una pareja que toma una gran parte de esta responsabilidad conjunta porque él también es el padre, no es un niñero». Así es Jacinda Ardern, cuyo mandato expira este año, aunque es la favorita para ganar en las elecciones de septiembre. Yo también la votaría. Lástima que Nueva Zelanda esté en las antípodas de España. Y no solo en lo geográfico.

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