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    Derivadas políticas del 11-M

    El 11M inició un largo período de confrontación de alto voltaje entre los principales partidos españoles aunque el estilo de ‘acoso y derribo’, a costa de argumentos fake, viene de mucho antes y mina la confianza en la política

    11 marzo 2024 19:42 | Actualizado a 12 marzo 2024 14:00
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    Hay quien dice que el 11M fue el inicio de una forma de actuar de los grandes partidos españoles que consiste en obviar la verdad contrastada de los hechos a los que se refieren y habitualmente criticar con el objetivo de perseguir únicamente la forma de destruir al adversario sea como sea. Muy a menudo lanzando todo tipo de improperios e insultos a los contrarios.

    Eso viene al hilo del atentado del 11M, del que ayer se cumplieron 20 años. Fue un horrible atentado en trenes de cercanías de Madrid donde hicieron estallar bombas a primera hora de la mañana del 11 de marzo de 2004 en trenes repletos de gente que iba a trabajar. Murieron 192 personas y casi 2.000 resultaron heridas. Un atentado que coincidió con unas elecciones generales que se celebraron tres días después. El PP perdió, cuando lo tenia casi todo a favor para ganar. Y precisamente ese miedo a perder les hizo perder.

    Porque mintieron, dijeron que el atentado había sido obra de ETA cuando ni el modus operandi lo era para nada ni los explosivos eran los habituales de la banda terrorista. Además pocas horas después del atentado Arnaldo Otegi, entonces líder de HB, afirmó que ETA no había sido. Y no se trata de que Otegi pueda ser creíble o no, se trata de que esta banda no solía hacer pronunciamientos de desmentido. Como el de Hipercor, donde avisaron de la colocación de la bomba, con poco tiempo para desalojar, es cierto.

    No se trata de blanquear a la banda terrorista, eso no lo quiere nadie, se trata de la verdad. Una práctica que muchos políticos españoles no suelen tener en cuenta en sus estrategias.

    Y no creo que esto se iniciara con el 11M, sino que viene de mucho antes. Aunque es cierto que el PP expresó durante años una gran decepción por esa pérdida de las elecciones porque la atribuyó a la dirección del PSOE, a la que acusó de organizar grandes actos de protesta ante todas las sedes del PP, especialmente ante la de la madrileña calle Génova. El PP entonces acusó al gobierno de Zapatero de gobierno ilegítimo y esto es falso.

    El estilo bronco y faltón hacia los adversarios políticos viene de siempre. Incluso puede que de antes de la dictadura de Franco, aunque quizás eso sería ir demasiado lejos ahora. Sólo hace falta recordar el estilo afilado de Alfonso Guerra cuando era vicepresidente del gobierno de Felipe González o incluso antes, durante el gobierno de Adolfo Suárez. A Guerra no le dolían prendas y arrasaba con todo lo que podía hacerles perder algún voto, aunque fuera a costa de tergiversar la realidad o sacar de contexto declaraciones de otros políticos. Y sin ir más lejos todos sabemos, porque así lo sentenciaron los tribunales, que ministros del gobierno socialista montaron el GAL, un grupo terrorista con el que intentaron frenar a ETA. Contrataron para ello a un par de comisarios que encima se equivocaron y secuestraron a un pobre francés creyendo que era un miembro de ETA. Años después fueron a la cárcel por ello un ministro y un secretario de Estado. Y Aznar los indultó después de que durante años el tema del GAL fue su principal caballo de batalla contra el gobierno de Felipe González. Y de que el GAL mató a inocentes.

    Algo parecido podría estar sucediendo ahora. Pedro Sánchez anunció en campaña electoral que no concedería la amnistía a los independentistas y en cambio el Congreso acaba de aprobar una ley para perdonar a todos los implicados en el ‘procés’, ya que fue la condición que le impusieron para votarle como presidente. Es muy probable que el PP también hubiera pactado con ellos a cambio de su voto. Es probable e incluso posible, pero no es lo que pasó.

    Podemos estar de acuerdo en que no todas las mentiras son iguales, son peores las que afectan a vidas humanas, pero todas deberían evitarse en política o, al menos, reconocerse y explicar los motivos que condujeron a ella. Para recuperar o incluso generar climas de confianza. Pero parece que eso ya no importa.

    A la política española le sobra postureo, estilo bronco, demagogia y le falta consenso. No existe el consenso entre contrarios en España. Sólo el intercambio por votos. Parece que terminó con la transición. No hay forma de consensuar nada. Así no se construye una sociedad, ni nada. Hay que generar un clima de confianza porque la forma de proceder actual mina la confianza de los ciudadanos en la política.

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