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    ¿Se debe prohibir TikTok?

    La duda. Los vínculos de la empresa matriz de TikTok con el gobierno chino preocupan a los gobiernos occidentales. ¿Cuál es la mejor manera de evitar el riesgo que supone esa relación?

    17 marzo 2024 19:38 | Actualizado a 18 marzo 2024 14:00
    Gustau Alegret
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    Es una de las plataformas de comunicación más popular y de mayor crecimiento en los últimos años. TikTok se lanzó en septiembre de 2016 y para finales de este año se espera que la plataforma tenga 2.000 millones de usuarios, según la web especializada Enterprise Apps Today.

    Hoy TikTok ocupa el noveno lugar entre las plataformas de redes sociales en el mundo junto con Facebook, Twitter y LinkedIn, así como Pinterest, Snapchat e Instagram. Su rápido aumento en popularidad ha llamado la atención de los legisladores en Estados Unidos por la relación de la plataforma ByteDance –la empresa matriz de TikTok– con el gobierno chino; tanto que una mayoría de miembros de la Cámara de Representantes quieren prohibirla si no se desvincula.

    También el presidente Joe Biden, a pesar de que abrió hace poco una cuenta en TikTok como parte de su estrategia de campaña para su reelección (ironías de la vida).

    Si bien no hay unanimidad en el número de usuarios, se calcula que hoy Estados Unidos es el segundo país con más usuarios activos, después de China. Enterprise Apps Today dice que el pasado julio eran 122 millones (en España, la cifra estimada es más modesta: los últimos datos publicados en enero de 2023 aseguraban que tenía 15,7 millones de usuarios).

    La preocupación estadounidense y de otros países es legítima y debería interpelar a cualquier usuario en cualquier parte del mundo.

    TikTok, como la mayoría de aplicaciones gratuitas, convierte al usuario en el producto, y cuando descargamos la aplicación autorizamos a la empresa a acceder y usar muchos datos que si alguien nos parara por la calle y comenzara a preguntárnoslos, no se los daríamos; por privacidad y por seguridad. Pero con TikTok, como con otras aplicaciones, los compartimos consciente o inconscientemente.

    La diferencia de TikTok es la conexión de ByteDance con el autoritario gobierno chino que no solo compite con Estados Unidos –y en general con Occidente– por la supremacía mundial, sino que ha demostrado en el pasado no tener ningún reparo en violar nuestras leyes, copiar nuestros productos o jaquear cuanto sistema se proponga para lograr sus objetivos.

    El argumento tiene, en mi opinión, un peso relevante para pensar en que prohibir TikTok es la respuesta adecuada... si no fuera porque con esa acción estamos poniendo en riesgo uno de los grandes derechos que nos garantizan nuestras democracias: la libertad de expresión.

    En la historia de la humanidad, este derecho es relativamente reciente, y por el hecho de tenerlo no quiere decir que esté garantizado ni pueda erosionarse. ¿Quién nos asegura que una prohibición de TikTok no llevará, más adelante, a prohibir otras plataformas?

    En una carta enviada esta semana pasada a los Comités de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (UCLA) instó a sus miembros a no prohibir TikTok. «Los estadounidenses tenemos derecho a utilizar TikTok y otras plataformas para intercambiar nuestros pensamientos, ideas y opiniones con personas de todo el país y del mundo», concluía la misiva que alertaba de los riesgos de aprobar un texto «vago» y con disposiciones «demasiado amplias» que abre la puerta a la discrecionalidad.

    De fondo, hay –además del derecho a la libertad de expresión– otro debate que me parece que pasa algo desapercibido. ¿Por qué el gobierno puede decirnos la aplicación podemos usar y la que no? Quiero decir: sí creo que es función de los gobiernos investigar los riesgos, informarnos y hacer recomendaciones a los ciudadanos; y si hay un motivos de salud pública o seguridad nacional, es lógico pensar que se aprobarán leyes o normas correctoras que logren el propósito de preservar nuestra seguridad sin violentar otros derechos fundamentales como, en este caso, es el de la libertad de expresión.

    En lugar de prohibir, los legisladores y los gobiernos debería pensar en opciones menos absolutas que consigan disminuir los riesgos de esa conexión con el gobierno chino (como han hecho ya algunos gobiernos en limitar TikTok en dispositivos gubernamentales).

    Si el problema es la conexión con régimen chino, ¿cómo forzar a la plataforma TikTok a que se desvincule de ese gobierno autoritario –al menos en nuestros países– para asegurar que nuestros datos no acaban en manos de la estrategia china para dominarnos?

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