De tanto viajar, el viaje agoniza. El otro día me dijo un amigo, convencido y orgulloso, que ya no quiere ir a ver las pirámides de Egipto, que quiere ir lejos, allí donde no haya turistas. Quiere lo que ya buscaban los primeros viajeros: llegar donde nadie más puede hacerlo.
Cuando viajamos, la gente nos molesta y nos repele porque nos recuerda que ya no somos exploradores, sino, simple y llanamente, turistas. Si Egipto ya no es lo suficientemente exótico, entonces, ¿a dónde vamos ahora? Me imagino a millones de personas esparcidas por el globo, como pelotas de billar, como una muchedumbre de espermas locos, buscando desesperados poder sentirse especiales.
¿Acaso muere el viaje? Si ha de morir, que sea para traernos verdad, porque, como dijo fulanito un día: solo la verdad nos hará libres.
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