La realidad inexorable

El ajetreado día a día en Catalunya mantiene el foco de la atención sobre los episodios más impactantes del proceso, pero impide pararse a apensar en la realidad de fondo, que sigue siento tan compleja como terca. En Catalunya existe una muy extendida sensación de agravio –que no necesariamente se corresponde con la voluntad de secesión– justificada y que hay que remediar. No existe otro camino para una comunidad en que el 48% de los ciudadanos se pronuncia en las urnas a favor de partidos que proponen la independencia. En otras palabras, se sigue necesitando una tercera vía. La reforma constitucional, que ha de incluir una reforma del modelo de organización territorial, no es optativa. Y el modelo de Estado resultante debe ser simétrico en lo tocante a derechos y deberes y equitativo en lo económico, pero asimétrico en competencias (sobre todo en lo referente a los hechos diferenciales, como lengua, cultura, etc.) y debe validarse mediante el correspondiente referéndum. Mejor le iría al Estado buscar puntos de encuentro que permitiesen abrir puertas en el actual callejón sin salida que forzar procesos penales para contentar a los sectores más duros del nacionalismo español, con el consiguiente efecto acción-reacción en el nacionalismo catalán. Es evidente que la tarea no será sencilla, pero debemos contar con que la voluntad de concordia, estabilidad y progreso sigue siendo mayoritaria en nuestras sociedades.