Libertad relativa

A raíz de los atropellados movimientos políticos de la última semana, el concepto de libertad ha vuelto a saltar a la palestra; y lo ha hecho, curiosamente, a través de los mismos que llevan décadas negando la implantación de todos y cada uno de los derechos sociales que han ido construyendo más ciudadanos libres no sólo en este país, sino en lugares sucesivos a lo largo y ancho del mundo. La libertad que proclaman quienes se llenan la boca con el término es, por tanto, relativa, y tiene más que ver con una defensa a ultranza del sistema que con la protección de los seres humanos que lo posibilitan.

Libertad para los padres que quieren segregar a sus hijos en función de su sexo, pero no para los chavales que deberían tener garantizado el derecho a una educación plural que les permita elegir el camino que prefieren para sí mismos. Libertad para pagar menos impuestos de los que te corresponden, pero no para divorciarte de alguien a quien ya no quieres cerca. Libertad para comprar el vientre de una persona vulnerable, pero no para que cada mujer pueda decidir conscientemente si quiere o no quiere ser madre. Libertad para trabajar veinte horas al día, pero no para casarte con quien te dé la gana. Libertad para convertir los barrios humildes en parques temáticos, pero no para poder seguir viviendo en tu zona de siempre pagando un alquiler razonable. Libertad para que el virus siga circulando de aglomeración en aglomeración, pero no para escoger una muerte digna e indolora cuando el final es inevitable. La libertad que sólo nos hace libres para consumir no es libertad, es esclavitud. La libertad que no nos permite construir una vida a nuestra medida tampoco es libertad, es cuento.