Llegar a tiempo

Los problemas electorales aún están capacitados para decir lo contrario de lo que afirmaban o para negar que dijeran tal cosa. No es nuevo entre los políticos reconocer que tienen que cambiar de opiniones si quieren continuar en el mismo partido o bien variar de partida si desean mantener las mismas opiniones. En épocas preelectorales, el Tiempo, que según Tono no es ningún niño, hace algunas travesuras. Hay caídos que se ensalzan y ensalzados que se humillan, del mismo modo que existen grandes reputaciones que se pegan un batacazo importante y personas desconocidas que se hacen famosísimas. En mis remotos textos de bachillerato, que han adquirido el solvente prestigio de incunables, aquellos reverendos ágrafos exigían poner como un trapo tricolor a don Benito Pérez Galdós y llamarle a Pío Baroja, “el impío don Pío”. Si no hemos salido definitivamente tontos los integrantes de aquellas promociones es porque algún ángel neutral, de esos que no llevan uniforme, se apiadó de nosotros. Los partidos políticos están consintiendo rectificaciones y desviaciones llamándolas, como es natural, con otro nombre, aunque también intervenga en ellas la piedad y el perdón, que es el pariente más próximo del olvido. Pablo Iglesias está extendiendo su control al mismo tiempo que trata de averiguar qué cosas conviene considerar constitutivas de su programa. Sin que el otro Pablo Iglesias las tenga muy claras, el líder sí está seguro y el l está barriendo en las elecciones internas y en las mediopensionistas. No cabe duda de que es listísimo. Está dispuesto a pactar con cualquiera que le reconozca como líder, aunque diga que él no pactará con nadie. Más vale llegar a tiempo que rondar un año. El PSOE, cuyo previsible fracaso electoral es el que más deploramos algunos, dice ahora que hay que poner en primer plano las medidas anticorrupción. Eso se hace antes.