He leído que el confinado promedio ha ganado dos kilos de peso en estos casi dos meses de arresto domiciliario. La falta de ejercicio lo explica, pese a lo que Churchill contestó a Paul Johnson cuando le preguntó el secreto de su vitalidad: «Conservar la energía. Nunca te levantes si puedes estar sentado, ni te sientes cuando puedas estar tumbado».
No hay que hacer como Churchill, que además comía y bebía demasiado y llegó a fumar unos 190.000 puros, según la última biografía de Andrew Roberts.
Y si usted rebate: «Sí, pero vivió hasta los 90 años», le diré: ninguno de nosotros ha luchado como soldado en Sudán y Sudáfrica, ha sido atropellado en Nueva York, ha ganado una guerra a Hitler, y el Nobel de Literatura. No puede ser nuestro modelo.