Con la canícula azotando y los efectos del cambio climático aún muy presentes en nuestras playas y en el Delta de l’Ebre tras el temporal Gloria de enero, los cálculos de la Global Footprint Network sobre lo que consumimos y lo que el Planeta es capaz de generar son un indicador que nos debería hacer reflexionar.
La explotación de los recursos naturales del planeta empeora año tras año. En 1970 los recursos que se generaban en doce meses duraban casi todo el año, hasta el 29 de diciembre, y solo había dos días de déficit ecológico.
El Día de la Sobrecapacidad de la Tierra se ha ido avanzando hasta julio en los últimos años. El 2018 y el 2019 fue el 29 de julio, desde entonces y hasta finales de año es como si viviéramos medioambientalmente a crédito.
Con la crisis del coronavirus se calcula que el día de entrada en déficit ecológico será el 22 de agosto. Es una buena noticia pero fruto de un parón de la actividad a nivel mundial y una factura económica y social sin precedentes.
Por mucho que miremos hacia otro lado, habitamos un mundo finito tanto en recursos disponibles como en el aguante para soportar la huella de carbono que le infligimos. Actuar como si no hubiera límites y pensar que los avances tecnológicos nos los harán superar es una quimera.