El 10 de abril de 1917 se concedió el primer Premio Pulitzer. Desde entonces cada año, y hoy hace cien. El emigrante húngaro que se hizo rico en Estados Unidos dejó una fortuna a la Universidad de Columbia para premiar al mejor periodismo.
Fue un empresario con actividad febril que le llevó a estar mal de los nervios. Cualquier mínimo ruido le alteraba. Llegó al extremo de vivir en un yate, donde murió, y de que cuando iba a un hotel pagaba las habitaciones de los dos lados, la de arriba y la de abajo para que desde la suya no se oyera ruido alguno. Esto después de enviar a sus secretarios para que inspeccionaran si se oían ruidos callejeros.
Me lo recordó Messi cuando compró la vivienda a su vecino de Castelldefels porque metía ruido.
Volviendo a Pulitzer. Cuando no tenía un real, le fue negado dormir en la habitación de un hotel porque no podía pagarla. Años después compró el hotel.