¿Qué me pasa, doctor?

Entre economía y política te planteas cuál de los dos mundos es el real, entre la bolsa o la vida

19 mayo 2017 23:32 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:38
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Existe una nueva sección en las librerías que se anuncia con una sirena de ambulancia como reclamo, y los libros se diferencian de los demás porque, en vez de intentar transportar al lector a otro mundo, se quedan en éste. Y es que todos los analistas coinciden en diagnosticar que el sistema que ha regulado el mundo durante quinientos años, da síntomas de agotamiento.

Como todos los buenos sistemas, que nacen, crecen y se desarrollan, el capitalista partió de una idea genial de su padre. Los cimientos del modelo estaban basados en la no intervención de los gobiernos en la economía, y Adam Smith convirtió el vicio individual en virtud colectiva. Y con la conjunción de las fuerzas egoístas barriendo para casa, creó una mano invisible que procuraba la justicia en los negocios. Y que se resume en la frase: ‘¡Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même!’.

Tales ensayos que se venden como rosquillas ponen de manifiesto que cuando Adam Smith publicó La Riqueza de las Naciones, no existían las multinacionales que han roto aquel equilibrio, y exigen la inmediata regulación e intervención de los gobiernos, puesto que cuando Dejas hacer y Dejas pasar al capital sin trabas, más que ir sólo, dirigen al mundo hacia un abismo de desigualdades.

Perdón por citarme, pero cuando descubrimos que los políticos seguían el compás de esas empresas planetarias y comenzaban a rescatarlas, escribí un artículo augurando que no iba a quedar ni un mando intermedio, sólo Generales y Soldados. Y que de la alegría de la tropa, dependería el éxito del nuevo mundo.

Como a esta sociedad post-crisis ya la reconocen hasta los enemigos de su padre, Adam Smith, esos libros de Thomas Piketti, Cristhian Febler, Jeremy Rifkin,... se afanan en explicar los síntomas del agotamiento, y propugnan nuevos modelos económicos que paulatinamente rompan la dicotomía entre capitalismo y comunismo.

Por ejemplo, la premio Nobel de Economía de 2009, Elinor Ostrom, promueve una alternativa a la economía de mercado en un libro que están leyendo Monago, Montoro y Monedero, y que pretende recuperar la transparencia y equidad, integrar lo económico y lo ético, lo individual y lo colectivo.

Por citar a algunos ejemplos de estas alternativas, se habla de empresas del Procomún, Eco-sostenibilidad, la Teoría del Decrecimiento, la Economía del Bien Común, o el Banco del tiempo, en el que un grupo de usuarios intercambian sus habilidades, enseñar inglés o pasear mascotas, sin utilizar dinero sino un reloj que cuenta las horas.

Efectivamente, las tesis parten de la idea de la película Mad Max que describe una ficción distópica, y con imaginación, tratan de obtener el máximo rendimiento de cualquier activo ocioso, como en Water World, en la que una tomatera es oro. Así, se comparte la información (wikipedia), la financiación (crowd-founding) o el tiempo, compensando el que pierdes dejando pasar a las señoras con el que ganas saliendo del baño.

Para ser sinceros aunque algunas empresas se apuntan a esas novedosas formas de hacer negocios, como modelos están todavía verdes y por ahora a los únicos que hacen ricos es a sus autores. No obstante, les pongo otro ejemplo de la Sharing Economy que para algunos de ustedes les será familiar, y que se encuentra muy relacionada con Internet, pues propone conectarse, relacionarse y ayudarse los unos a otros tanto en la Tierra como en el Ciberespacio.

Conocido como consumo colaborativo, la Sharing Economy se basa en dejar a extraños cualquier cosa salvo la pareja, la escopeta y la pluma, como tu automóvil (Uber, Getaround), tu casa (Airbnb), tu mesa (Eatwith) o incluso turismo (Amigos en el mundo), sustituyendo así a los servicios tradicionales de taxis, hoteles, restauración o agencias de viajes, por el modelo Peer to Peer (P2P). Son millones de jóvenes de clase media-alta con estudios superiores y conocidos en marketing con el acrónimo de las palabras inglesas productor y consumidor, prosumidores, puesto que un día puedes ser prestador y otro receptor del servicio.

Hace días, Ana Patricia Botín dijo en su primer discurso al frente del 18º banco más grande del mundo que Europa no padece una crisis económica sino política, y la verdad es que te planteas cuál de los dos mundos es el real, entre la bolsa o la vida. Por una parte están los Mercados, la palabra da miedo, funcionan 24 horas fijando los precios de los valores, las divisas, las materias primas o los materiales preciosos. Por otro, unos gobernantes domados y vendidos que si hay que dejar testimonio del momento agónico en el que se encuentra el sistema, podríamos describirlos como el agotamiento del agotamiento puesto que ni los que más prometían han sabido pararles los pies.

Cuando lees esos libros que te pasan los colegas lo haces para saber si es verdad que el sistema no funciona, y es cierto que me pierdo. Pero parece la cuestión decidir si estamos ante una de las tendencias autodestructivas del capitalismo que se puede superar siguiendo los postulados keynesianos, o ante una declinación a largo plazo de la esencia de nuestra cultura debida a la traición total de los árbitros. Dicen los doctores que si no se corrige su funcionamiento dejando que caigan las grandes compañías como en el ‘29, seguir con esta opresión podría desembocar en una caída libre sin colchón que la amortigüe.

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