Una buena capa de honorabilidad todo lo tapa, pero surge alguien, de pronto, que tira de la capa y descubre que el encapuchado la usaba para encubrir sus más íntimos productos fisiológicos. Lo que en otras palabras, más comedidas, equivale a decir que se cagaba con la capa puesta. No solo está pagando esa desenvoltura José Manuel Soria, ya exministro de Industria y exfavorito de Rajoy, sino los disfrazados de personas decentísimas y responsables máximos del sindicato Manos Limpias, exseñores Bernard y Pineda, a los que la Policía ha puesto manos arriba para que confiesen sus extorsiones a distintas empresas y las que estaban dispuestos a emprender.
Estos caballeros, a los que hay que seguir calificando de presuntos, le pidieron tres millones de euros a la infanta Cristina, que lleva un año horripilante, para retirarle la acusación que pesa sobre ella en el ‘caso Nóos’, pero como España es un caso de sesión continua, mañana habrá otros.
Han convertido a los periodistas en redactores de sucesos, que es un buen camino para aprender el oficio, pero no debe ser obligatorio. Contar lo cotidiano y rescatar del olvido algunos sucesos es la misión de los escribidores. Un oficio humilde que exige tenacidad, pero que ahora nos obliga a la monotonía.
Unos nuevos golfos, más o menos egregios, aparecerán mañana en los telediarios, en las emisoras y en las portadas de los periódicos escritos, que son donde más duran, porque los papeles, como los sueldos, son recortables.
Quizá no haya mucho donde elegir, pero hay que preguntarse dónde los escoge Rajoy. La charca es extensa y bastante honda, pero todo lo que pesca no tiene por qué salirle rana. A don Mariano no hay que alabarle por que muestre mano dura con los desleales colaboradores, sino criticarle por que tenga tan mala mano para escogerlos. O quizá están fuera de su alcance.
