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    Apostando por el incendio

    La espantada de JxCat ha dejado a Pere Aragonès al frente de un ejecutivo tremendamente débil que deberá hacer malabares

    15 octubre 2022 19:43 | Actualizado a 15 octubre 2022 20:10
    Dánel Arzamendi
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    Todavía resuenan los ecos del portazo que JxCat dio la semana pasada, al salir abruptamente del gobierno de la Generalitat, después de que su militancia lo decidiera en una votación que enfrentaba al sector más duro contra los dirigentes más posibilistas y pragmáticos del partido. La espantada ha dejado a Pere Aragonès al frente de un ejecutivo tremendamente débil (la lideresa postconvergente ya lo ha tachado de ilegítimo), que deberá hacer malabares para completar la actual legislatura. El Govern solo tiene garantizados 33 votos en el Parlament, de un total de 135.

    Tras la marcha de Junts, fueron seis las consejerías que quedaron descabezadas: Economía y Hacienda, Acción Exterior y Gobierno Abierto, Investigación y Universidades, Salud, Justicia, y Derechos Sociales. Las variadas trayectorias y procedencias de los candidatos escogidos por el President para cubrir dichas vacantes pueden sugerir la estrategia de fondo de los republicanos para los próximos años. Quim Nadal fue alcalde y consejero socialista, Carles Campuzano fue diputado en el Congreso por Convergència Democràtica y por el PDeCAT, Gemma Ubasart fue secretaria general de Podem... Parece que Aragonès ha aprovechado esta crisis de gobierno para poner cara y ojos a la tan manida ampliación de la base, con una jugada que puede resultar electoralmente muy eficaz, pues convierte a ERC de facto en la “Casa Gran” de un soberanismo con unas sensibilidades manifiestamente diferentes.

    Paralelamente, la apuesta de Junts parece tremendamente arriesgada, sin ir más lejos, de cara a las próximas elecciones municipales. Fuera del gobierno suele hacer mucho frío. Precisamente por ello, resulta interesante escudriñar qué escenario de futuro persiguen Laura Borràs y Carles Puigdemont con su decisión de impulsar esta ruptura. Si nos encontrásemos ante un partido de corte testimonialista, podríamos creer que su marcha es el fruto de un imperativo ideológico autoimpuesto por la lentitud e indecisión de los republicanos en su marcha hacia la independencia. Sin embargo, hay dos factores que desbaratan la tesis de la inmolación maximalista, por muy épica que resulte para sus simpatizantes.

    Los sucesores de Pujol se han caracterizado siempre por intentar clavar la pica en cualquier institución que se les ha puesto a tiro

    Por un lado, antes de Pere Aragonés, la presidencia de la Generalitat recayó en un candidato del partido que ahora se queja de parsimonia, Quim Torra, quien a pesar de sus repetitivas soflamas rupturistas, tampoco se destacó especialmente por implementar absolutamente nada. Parole parole. Por otro lado, JxCat es heredero de una tradición política descaradamente centrada en tocar poder, a la mínima ocasión que se presentase. Despendiendo de la óptica del espectador, esta clarísima vocación de gobierno puede ser interpretada positivamente (sólo puede cambiar las cosas quien tiene potestad para hacerlo) o todo lo contrario (el magma convergente ha sido frecuentemente indistinguible de una agencia de colocación). Para gustos, colores. En cualquier caso, parece obvio que los sucesores de Pujol se han caracterizado siempre por intentar clavar la pica en cualquier institución que se les ha puesto a tiro (de hecho, actualmente cogobiernan la Diputación de Barcelona con los socialistas, un acuerdo que parece no crearle ningún problema de principios a Laura Borràs). Entonces, ¿por qué, tanto ella como Puigdemont, han presionado por abandonar el Govern? Puestos a apostar, me inclino a pensar que la decisión de romper con ERC es un agónico intento de resurrección basado en un oscuro pronóstico.

    La mayoría de estudios demoscópicos recientes no han sido especialmente benévolos con los postconvergentes, quienes llevan tiempo viendo cómo sus posibilidades de recuperar la hegemonía en el mundo soberanista se reducen de forma galopante. El cansancio de sus bases, tras una década de movilizaciones que no han servido para nada, ha hecho mella en la moral de sus electores, quienes admiten creciente y resignadamente que el convoy destrozado en el choque de trenes ha sido precisamente el suyo. Y como consecuencia de esta constatación, son cada vez más los que se inclinan por la vía negociada que actualmente encarnan los republicanos de forma nada disimulada. La verborrea hueca e incendiaria ya no vende, menos aún si uno forma parte de un ejecutivo que desarrolla su labor con normalidad institucional en el marco constitucional. ¿Cómo revertir la decadencia? Tirando al monte, donde esperar un nuevo tsunami que barra a los habitantes del valle del pactismo.

    Efectivamente, puede que la estrategia de los líderes de Junts se base en la convicción de que Feijóo ganará las próximas elecciones generales, y de que el PP gobernará gracias al apoyo de VOX, con las contrapartidas inevitables. Las convulsiones simultáneas e interrelacionadas que estamos viviendo últimamente (imparable crisis energética, brutal crisis logística, dramática crisis bélica, inquietante crisis financiera británica...) comienzan a agitar los vientos conservadores en Europa, como acabamos de comprobar en Italia, y la posibilidad de un ejecutivo claramente de derechas en la Moncloa constituye un pronóstico perfectamente creíble a corto o medio plazo. Imaginemos, por un momento, que Abascal impone como requisito para su apoyo un endurecimiento contundente de la supervisión estatal en el ámbito educativo, con el foco puesto en la cuestión lingüística. Resulta razonable suponer que un escenario de ese tipo, adecuadamente gestionado y calentado por el bien engrasado aparato propagandístico independentista, podría reactivar un incendio en Catalunya desde los rescoldos del procés. Y es precisamente ése el contexto que podría permitir a JxCat destrozar en las urnas a ERC, tachando al partido republicano de tibio, sumiso y connivente con el Estado. En definitiva, puede que el paso que ha dado Junts sea, en realidad, un augurio de que volveremos a ver contenedores ardiendo en nuestras calles a medio plazo. Espero que se equivoquen.

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