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La anciana moribunda y el gato

06 septiembre 2023 14:32 | Actualizado a 07 septiembre 2023 07:00
Sergio Nasarre Aznar
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Hace algún tiempo, en una de las sesiones del conocido streamer Ibai Llanos, se formuló la siguiente pregunta: «¿Qué prefieres: matar a una anciana moribunda o a un gatito recién nacido?». De los cinco jóvenes –algunos también streamers– que contestan, solo uno de los invitados opta por matar al gatito. El propio Ibai se excusa diciendo «es que matar a un gatito debe de ser horrible» y que la anciana «prácticamente no va a decir nada»; y, entre risas de los asistentes, añade: «¡Es que está moribunda!»; «en el puré de verduras le metes un pastillote y... si te he visto no me acuerdo»; otro invitado dice: «A mí los abuelos no me gustan mucho».

La pregunta se las trae, pero las respuestas... Aunque no nos debe extrañar, pues el fenómeno del ‘edadismo’ (discriminación por edad) está más extendido de lo que puedan pensar. Recuerden, por ejemplo, la falta de solidaridad intergeneracional durante la pandemia, cuando los más afectados con riesgo de muerte eran las personas mayores y el principal interés de muchos jóvenes era celebrar fiestas clandestinas, incrementando el riesgo de contagio. O el maltrato a nuestros mayores en ciertas residencias, o por parte de algunos profesionales de la medicina, etc.

¿Qué prefieres: matar a una anciana moribunda o a un gatito recién nacido? De los cinco jóvenes que contestan, solo uno opta por matar al gatito

En el ámbito de la vivienda no deja de sorprenderme cómo han llegado millones de euros de Europa para mejorar la eficiencia energética de los edificios (que, por cierto, está siendo un rotundo fracaso, dado que existen necesidades más apremiantes, como ya advertí hace años en una reunión en Bruselas aludiendo al número de desahucios por impago de hipotecas y alquileres, con escaso éxito); y no para mejorar la accesibilidad de los edificios y viviendas para personas mayores y personas con discapacidad, que es algo mucho más tangible y necesario: solo el 0,6% de las viviendas en nuestro país son accesibles universalmente. En cambio, les dicen que vendan su casa, que se vayan a un cohousing y más adelante, si enferman y ya no puede compartir tanto, que «ya se verá» cómo financiarán sus cuidados, la residencia, etc.

A veces propongo a mis alumnos alguna de las situaciones del experimento ‘The moral machine’. En él se pregunta a los participantes qué decisión debería tomar un coche autónomo ante un riesgo inminente de atropello entre dos posibles opciones. Con más de 40 millones de respuestas de 233 países y regiones, el trabajo de Award et al. (2018) demuestra los impresionantes sesgos de las mismas (que se suelen trasladar a toda ‘inteligencia artificial’). Se pueden imaginar quiénes ya aquel año eran los ‘preferidos’ del público para ser atropellados: los hombres obesos, las personas sin hogar y los ancianos. Si ponemos en la ecuación a perros y gatos, aunque sí que eran ‘atropellados’ más por los usuarios que todos esos grupos, estos salvaban a más perros que a los criminales... En 2023, alrededor de un 20% de participantes salvarían antes a animales de compañía que a personas. Les animo a que hagan el experimento (fácilmente localizable en internet) y luego les planteen algunas situaciones al milenial o al Z que tengan más cerca. Ya me contarán.

Toda persona merece ser respetada y sentirse poderosa. Ojalá que no necesitáramos que alguien en un momento de nuestra vida luche por darnos poder

Hoy, cinco millones de personas viven solas en España, de la cuales la mitad tienen más de 60 años. Tenemos la segunda tasa de natalidad más baja de Europa, unas tasas de nupcialidad por los suelos y de divorcios y separaciones por las nubes. Ahora que la generación X, la del baby boom, ya va superando los 50, queda cada vez menos para ver cómo quieren nuestros doctos gobernantes gestionar una sociedad enormemente envejecida (¿se lo ha planteado ya alguno de ellos o siguen a lo suyo?), cuyos valores durante décadas no han sido ni la generosidad, ni el sacrificio, ni la formación de familias estables ni el tener niños (sustituidos progresivamente por los ‘perrhijos’, con su ropita, sus playas, sus restaurantes), sino la satisfacción individual inmediata, de la que se aprovechan tanto las grandes corporaciones («nuestro asistentes robótico le ayudará y acompañará»; «tenemos el producto adecuado para su nueva necesidad surgida de su soledad») como el Estado (quien claramente, como saben, nos provee de atención, compañía, afecto, eficacia en los servicios, etc.). Ambos pescan clientes en el conflicto, las relaciones fluidas y la desunión.

Y, como ven, no se va a tratar solo de que no habrá nadie para pagar las pensiones. Ni creo, claro, que ayude en modo alguno la Ley de eutanasia de 2021. Recuerden que Cataluña es la Comunidad Autónoma en la que más personas han recurrido a ella en 2022, más del doble que la Comunidad de Madrid; mala señal. Todo lo que ha hecho grande a Europa durante siglos (la tradición judeocristiana, el Derecho romano y la filosofía griega) está siendo artificialmente menospreciado y sustituido por las nuevas religiones surgidas de los despojos del fracasado marxismo en 1989, un Derecho cada vez más intrusivo en las relaciones patrimoniales y familiares con cada vez más evidentes fracasos y una filosofía de vida basada en... Ibai Llanos. Retrocedemos a lomos de gigantes.

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