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    Scarface Pedro

    17 abril 2023 19:31 | Actualizado a 18 abril 2023 07:00
    Alfredo Ramírez Nárdiz
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    Cada vez que Pedro Sánchez se asoma a los ventanales de la Moncloa, pasa frente a él un dirigible que le dice «El mundo es tuyo» mientras suena de fondo la música electrónica de Giorgio Moroder.

    Nuestro presidente nos mira, nos sonríe y nos dice que siempre dice la verdad, incluso cuando miente, y no podemos más que levantarnos y aplaudirle. He de reconocerles que me fascina Pedro Sánchez. Casi tanto como me aterra el que posiblemente sea el político más brillante y desalmado de su generación.

    Varios de mis artículos anteriores han girado de un modo u otro alrededor suyo y la razón no es otra que el magnetismo del personaje. Porque Pedro Sánchez hace tiempo que dejó de ser un hombre para transformarse en un personaje. Su ascenso, caída, renacimiento, gloria e inevitable futura caída final son materia más propia de un drama shakesperiano que de la mediocre política española del presente.

    No les quepa duda de que, con el tiempo, se hablará de él como de la figura pública más relevante de nuestra época. El Scarface español del siglo XXI que, como aquel de la película protagonizada por Al Pacino, está dispuesto a todo para alcanzar y mantener el poder. A todo para que el mundo sea suyo.

    Frente a la atonía de los sucesivos líderes del Partido Popular, cada uno más vulgar y gris que el anterior, incapaces de convencernos de nada salvo de su insignificancia, Pedro Sánchez bien podría aparecer en la portada del próximo Grand Theft Auto y a nadie le sorprendería.

    No les quepa duda de que, con el tiempo, se hablará de él como de la figura pública más relevante de nuestra época

    Contra la impostada gravedad de los líderes populistas a derechas e izquierdas (con su extraña obsesión por la pilosidad ya sea craneal o facial), Pedro Sánchez sonríe desde sus dos metros de altura y el feminismo de su gobierno se derrite como helado de fresa y chocolate bombardeado por las ondas de calor que desprende el verdadero macho alfa, gafas de sol en un avión a mil kilómetros por hora, testosterona para repartir en camiones bomba, alguien que cada mañana se mira al espejo y el espejo le guiña un ojo para, con voz de Barry White, decirle oh, yeah.

    Todos creyeron que era tonto y ahora todos creen que es un Medici revivido, Lorenzo el Magnífico, el sueño húmedo de Maquiavelo, capaz de comenzar su gobierno recibiendo inmigrantes en el puerto de Valencia, para acabar en Roma destacando lo mucho que le une con la primera ministra de extrema derecha italiana.

    El capo de Ferrovial se le puso farruco y Pedro, como Tony Montana, sabe que el capitalismo es joder y ser jodido, vete a Holanda, tarde o temprano tendrás que decirle hola a mi amiguito.

    Yolanda Díaz cree que podrá con Pedro, pero ella no sabe que joderle a él es joder al mejor. Todos creyeron que podrían con él. Lo creyó Mariano, lo creyó Albert, lo creyó Pablo. Los cadáveres se amontonan en su camino. Nadie jamás podrá con él.

    Por eso me fascina. Porque nadie como Pedro Sánchez, Scarface Pedro, une en una misma persona los rasgos del hombre de estado dispuesto a todo por el poder y del villano de cine negro capaz de verdad de hacerlo todo por el poder.

    Pedro Sánchez es un personaje de drama en tres actos y su destino es pasar a la historia, que se hagan novelas de él, películas, series de cinco temporadas y precuelas de televisión a la carta. Me lo imagino sonriendo sin parpadear a los venezolanos, a los marroquíes, a los chinos, a Biden, a Merkel, a Macron, mientras todos se creen mejores que él y él les deja que se lo crean.

    Todos sabemos, él el primero, él mejor que nadie, que si ha triunfado es porque no nos merecemos nada mejor que él

    ¿Quién es Pedro Sánchez? Pedro no es nadie. Pedro no existe. Es un brillo en el espejo, una sombra que desaparece cuando la miras. Pedro es el vacío y por eso nos refleja tan bien como sociedad vacía. Pedro nos conoce mejor que nosotros mismos, sabe nuestros pecados, nuestra ignorancia, nuestra superficialidad, nuestra incapacidad para nada que no sea el aquí y el ahora.

    Pedro nos ve desnudos y nos toma del hombro como los hombres toman a los niños necesitados de un flautista que los guíe como a ratitas indefensas.

    Pedro es la España del siglo XXI, nadie representa mejor los principios de cartón piedra, las luchas por principios falsarios, las mentiras que nos decimos cada día mientras, como él, apretamos los dientes hasta el paroxismo y nos negamos la realidad: que somos un fracaso, un montón de derrotados, un país entero echado a perder y en el que nada tiene fondo, nada tiene sustancia, nada existe de verdad y sólo el Tartufo, el bello mentiroso que nos apunta con una pistola llamada sonrisa perfecta, puede decirnos qué hacer sabiendo que le aplaudiremos por primero hacerlo y después pegarnos dos tiros.

    Pedro es Scarface. Pedro mató a todos sus enemigos. Pedro se llevó a la rubia. Y todos le admiramos. Y todos le adoramos. Y todos sabemos, él el primero, él mejor que nadie, que si ha triunfado es porque no nos merecemos nada mejor que él.

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